Chau y que seas muy feliz,
buena vida para la próxima también
y buenos días para el amor de tu vida.
Adiós y que el camino sea mejor,
que el viento sople fuerte en tu rostro
y que nunca más huelas a despedida.
Buena suerte en la noche de mañana,
en la previa, la cena y el amor,
y en el cigarrillo entre sudor del después.
Hasta luego en palabras mojadas,
llenas de alcohol y vergüenza,
que tiemblan en cada acorde de la piel.
Hasta pronto en cada instante,
como si el todo fuese un segundo,
como si la nada nunca llegase.
Adiós en ese vacío profundo,
oscuro, asqueroso y misterioso,
doloroso, escatológico, desastroso.
Adiós, siempre es adiós,
hoy y mañana también,
por eso no somos dos.
Hasta siempre corazón,
lleno de esplendor, triste pasión,
lleno de ganas de decir adiós.
sábado, 27 de febrero de 2016
jueves, 25 de febrero de 2016
Estaba pensando nena en que podrías llamarme de una vez y decirme todo junto y como si nada volver a decirme todo lo bueno y lo tierno y lo que no se decía. Y mirarme a los ojos y entendernos todo también a la vez porque dicen que así son estas cosas aunque ambos sabemos que también pasan otras cosas, y caricias y besos y ternuras.
Estaba pensando, nena, que podrías volver a pedirme que te abrace y nos durmamos en los brazos del otro como deseando que el tiempo se frenara en ese instante. ¿Acaso llegamos a pensar siquiera que eso es posible? Como un dios de la nada que cumple el todo, como una sensación de querer detener el tenebroso destino de ser débiles frente al tiempo o como si no fuese más interesante y divertido pasar las horas juntos. Pero en el complemento del otro también se encuentra la estupidez y dios nena, ¿por qué no me estás llamando ya?
Imagino ese camino juntos lleno de tantas cosas que no puedo expresarlas porque así era y es el mundo con vos, lleno de sensaciones y canciones, y temblores, dolores, un par de golpes, comidas y alcohol. Mucho rock and roll y esa sonrisa que es un blues. Como un gol de Maradona, un habano de Fidel o varias líneas de Cortázar. O todo junto o mucho más.
Y entonces nena no entiendo que no me llames, que no me busques, que no me grites desde lejos, que no me desees, me pidas, me seduzcas, me grites y me perdones. Que nos bebamos todo el whiskey del mundo y fumemos juntos, que lleguemos a una isla desconocida y escribamos un libro en tinta china. Que hagamos una balada en la guitarra y tomemos unos mates en silencio, que nos digamos todo sin decir nada y que sigamos pidiendo juntos.
Cuando llegue ese llamado tuyo aquí voy a estar, para flotar en el agua de una correntada turbulenta de un río en crecida, para ondear en el viento que llega antes de una tormenta de verano. Cuando llegues vos a mí y finalmente sea lo que sea, te amo.
Estaba pensando, nena, que podrías volver a pedirme que te abrace y nos durmamos en los brazos del otro como deseando que el tiempo se frenara en ese instante. ¿Acaso llegamos a pensar siquiera que eso es posible? Como un dios de la nada que cumple el todo, como una sensación de querer detener el tenebroso destino de ser débiles frente al tiempo o como si no fuese más interesante y divertido pasar las horas juntos. Pero en el complemento del otro también se encuentra la estupidez y dios nena, ¿por qué no me estás llamando ya?
Imagino ese camino juntos lleno de tantas cosas que no puedo expresarlas porque así era y es el mundo con vos, lleno de sensaciones y canciones, y temblores, dolores, un par de golpes, comidas y alcohol. Mucho rock and roll y esa sonrisa que es un blues. Como un gol de Maradona, un habano de Fidel o varias líneas de Cortázar. O todo junto o mucho más.
Y entonces nena no entiendo que no me llames, que no me busques, que no me grites desde lejos, que no me desees, me pidas, me seduzcas, me grites y me perdones. Que nos bebamos todo el whiskey del mundo y fumemos juntos, que lleguemos a una isla desconocida y escribamos un libro en tinta china. Que hagamos una balada en la guitarra y tomemos unos mates en silencio, que nos digamos todo sin decir nada y que sigamos pidiendo juntos.
Cuando llegue ese llamado tuyo aquí voy a estar, para flotar en el agua de una correntada turbulenta de un río en crecida, para ondear en el viento que llega antes de una tormenta de verano. Cuando llegues vos a mí y finalmente sea lo que sea, te amo.
domingo, 6 de diciembre de 2015
Estos dos
Eran dos hojas en el viento que corrían y saltaban, y jugaban, y se amaban.
Con la tierra bien mojada, la bajó al terreno del pensar y ella le dijo: No mi amor, ¿Para qué dejar de volar?
Y lo volvió a levantar para llevarlo al horizonte con pájaros, nubes y estrellas, siempre de la mano, a la par codo a codo.
Pero él reflexionó y le confesó: Para mí cualquier cigarro con vos es una noche llena de estrella. Y ella contestó: Para mí cualquier colchón de hojas con vos es una nube de placer.
Y se amaron y comieron, fumaron y bebieron. Y se miraron a los ojos por varias horas, perdidos en el no se qué del tiempo sin pasar. Y entre ellos se mezclaron unas hormigas del suelo que soñaban en secreto poder ser como ellos.
Y despertaron y volvieron a dormir, y se despertaron y se amaron y durmieron. Y el le dijo: No dejemos de hacer esto nunca. Y ella le dijo: Entonces no dejes de mirarme así nunca. Y ambos se dijeron caminemos juntos.
Y el tiempo dejó de ser tiempo, y todo pasó en el mismo instante y la vida, y los pájaros, y el amor, y las nubes y ellos dos y todos los demás.
Y en la nada de la nada, algo apareció que dijo: Acá estos dos se amaron una vez.
Con la tierra bien mojada, la bajó al terreno del pensar y ella le dijo: No mi amor, ¿Para qué dejar de volar?
Y lo volvió a levantar para llevarlo al horizonte con pájaros, nubes y estrellas, siempre de la mano, a la par codo a codo.
Pero él reflexionó y le confesó: Para mí cualquier cigarro con vos es una noche llena de estrella. Y ella contestó: Para mí cualquier colchón de hojas con vos es una nube de placer.
Y se amaron y comieron, fumaron y bebieron. Y se miraron a los ojos por varias horas, perdidos en el no se qué del tiempo sin pasar. Y entre ellos se mezclaron unas hormigas del suelo que soñaban en secreto poder ser como ellos.
Y despertaron y volvieron a dormir, y se despertaron y se amaron y durmieron. Y el le dijo: No dejemos de hacer esto nunca. Y ella le dijo: Entonces no dejes de mirarme así nunca. Y ambos se dijeron caminemos juntos.
Y el tiempo dejó de ser tiempo, y todo pasó en el mismo instante y la vida, y los pájaros, y el amor, y las nubes y ellos dos y todos los demás.
Y en la nada de la nada, algo apareció que dijo: Acá estos dos se amaron una vez.
martes, 23 de junio de 2015
Como nunca
Un rejunte de cenizas,
un te quiero en medianoche.
Un adiós nunca dicho,
un segundo de mi vida.
La canción en esa playa,
un enero de nuestras tardes,
la arena en nuestros dedos,
el sol en el cabello.
Cómo imaginar que no podamos estar
en ese instante una vez más.
Una plaza alguna noche,
que llenamos la luna de promesas,
y los besos en la niebla
como sueño que termina.
No puedo no pensar en tanto frío,
no puedo no saber como estar.
un disco o un libro
una sola melodía.
Sombras,
polvo,
añejo,
mañana puede ser hoy.
Una disculpa eterna,
por no llegar
como el sol a la madrugada,
por desearte más que nunca.
Y si lo entiendes, entenderás,
y sino ya seguirás,
como pudiste y como se debe,
como siempre y como nunca.
Porque como alivio en el río,
y aire que respira,
es que suelto sin decirlo
un te extraño amor mío.
un te quiero en medianoche.
Un adiós nunca dicho,
un segundo de mi vida.
La canción en esa playa,
un enero de nuestras tardes,
la arena en nuestros dedos,
el sol en el cabello.
Cómo imaginar que no podamos estar
en ese instante una vez más.
Una plaza alguna noche,
que llenamos la luna de promesas,
y los besos en la niebla
como sueño que termina.
No puedo no pensar en tanto frío,
no puedo no saber como estar.
un disco o un libro
una sola melodía.
Sombras,
polvo,
añejo,
mañana puede ser hoy.
Una disculpa eterna,
por no llegar
como el sol a la madrugada,
por desearte más que nunca.
Y si lo entiendes, entenderás,
y sino ya seguirás,
como pudiste y como se debe,
como siempre y como nunca.
Porque como alivio en el río,
y aire que respira,
es que suelto sin decirlo
un te extraño amor mío.
lunes, 27 de octubre de 2014
El día que murió Néstor
Aquella mañana de Octubre del 2010 me levanté sobresaltado, con la evidencia clara de que no había dormido mucho luego de unas birras con amigos. El motivo del corte de mi sueño era mi vieja, con un mate en la mano, una mirada extraña y unas palabras que llegaron a mis oídos pero no a mi interpretación: “Se murió Néstor Kirchner, el ex presidente”.
Cuando tomé conciencia de lo que me había dicho, un rato después, comencé a preguntarme qué había pasado. No tenía sentido y con muchas preguntas y la necesidad de saber más prendí la tele. La noticia era cierta, los canales inundaban las pantalla con sus fotos, su vida, sus frases y discursos, y todas esas cosas que se hacen en los medios cuando alguien importante muere.
Recuerdo que ya tomando unos mates con mis viejos, veía los testimonios de personas que tanto lo querían, los primeros que comenzaban a movilizarse a alguna plaza o a la mismísima casa Rosada, a varios periodistas que comentaban sobre Cristina Fernández, la presidenta, su esposa y ahora viuda. Hasta ese momento Néstor me parecía un ex presidente más. Importante sí pero incapaz de generar tantas cosas en tantas almas. Grave error el mío. Los días siguientes fueron mostrando a miles de personas caminando y caminando para poder decirle adiós. En ese cajón que tanto se discutió luego si realmente tenía dentro al cuerpo del también ex gobernador de Santa Cruz.
Mientras los medios levantaban su habitual programación para mostrar su juventud, sus años de militancia, su paso por la intendencia de Río Gallegos y su presidencia obviamente, un mensaje de un amigo me conmovió: “Se murió el flaco no más amigo”. Y mientras la televisión mostraba ahora las imágenes de su elección en el 2003, el día que ordenó bajar los cuadros de Videla y compañía o cuando votó a favor de la ley de matrimonio igualitario (Ya como diputado) recuerdo a mi viejo mencionar el día que murió Perón. Mi vieja incluso, la recuerdo recordar a su padre cuando hablaba del día que murió Eva.
No quise ponerme a pensar si era ésta sorpresiva muerte parecida o no a aquellas, pero si vi reflejado el dolor de muchos y muchas. Sentí que me brotaban las ganas de ir a plaza de Mayo para ser testigo de algo doloroso pero a la vez histórico.
El día que murió Kirchner fue así, mate y a la espera de los censistas que no llegaban más en un día bien gris. Más allá de ser o no un buen presidente o de las opiniones que cada uno puede tener, su trascendencia se me hacía evidente a cada minuto que iba pasando. Como también pasaban las lágrimas por los rostros de esas caras desconsoladas que la televisión cada vez quería enfocar más y más.
Ese día supe que la historia dirá algún día algo más sobre Néstor Kirchner pero también que la historia estaba ahí, frente a mis ojos, abriéndose paso de manera quizás triste, pero en definitiva transitando, como las miles de almas que transitaban lejos de sus casas para decirle adiós.
Cuando tomé conciencia de lo que me había dicho, un rato después, comencé a preguntarme qué había pasado. No tenía sentido y con muchas preguntas y la necesidad de saber más prendí la tele. La noticia era cierta, los canales inundaban las pantalla con sus fotos, su vida, sus frases y discursos, y todas esas cosas que se hacen en los medios cuando alguien importante muere.
Recuerdo que ya tomando unos mates con mis viejos, veía los testimonios de personas que tanto lo querían, los primeros que comenzaban a movilizarse a alguna plaza o a la mismísima casa Rosada, a varios periodistas que comentaban sobre Cristina Fernández, la presidenta, su esposa y ahora viuda. Hasta ese momento Néstor me parecía un ex presidente más. Importante sí pero incapaz de generar tantas cosas en tantas almas. Grave error el mío. Los días siguientes fueron mostrando a miles de personas caminando y caminando para poder decirle adiós. En ese cajón que tanto se discutió luego si realmente tenía dentro al cuerpo del también ex gobernador de Santa Cruz.
Mientras los medios levantaban su habitual programación para mostrar su juventud, sus años de militancia, su paso por la intendencia de Río Gallegos y su presidencia obviamente, un mensaje de un amigo me conmovió: “Se murió el flaco no más amigo”. Y mientras la televisión mostraba ahora las imágenes de su elección en el 2003, el día que ordenó bajar los cuadros de Videla y compañía o cuando votó a favor de la ley de matrimonio igualitario (Ya como diputado) recuerdo a mi viejo mencionar el día que murió Perón. Mi vieja incluso, la recuerdo recordar a su padre cuando hablaba del día que murió Eva.
No quise ponerme a pensar si era ésta sorpresiva muerte parecida o no a aquellas, pero si vi reflejado el dolor de muchos y muchas. Sentí que me brotaban las ganas de ir a plaza de Mayo para ser testigo de algo doloroso pero a la vez histórico.
El día que murió Kirchner fue así, mate y a la espera de los censistas que no llegaban más en un día bien gris. Más allá de ser o no un buen presidente o de las opiniones que cada uno puede tener, su trascendencia se me hacía evidente a cada minuto que iba pasando. Como también pasaban las lágrimas por los rostros de esas caras desconsoladas que la televisión cada vez quería enfocar más y más.
Ese día supe que la historia dirá algún día algo más sobre Néstor Kirchner pero también que la historia estaba ahí, frente a mis ojos, abriéndose paso de manera quizás triste, pero en definitiva transitando, como las miles de almas que transitaban lejos de sus casas para decirle adiós.
martes, 30 de septiembre de 2014
En las noches de mi barrio
sueño, despierto y vuelvo a dormir.
Comprendo no haberte entendido,
resuelvo no saber perseguirte
No se sabe el sabor de tu ausencia,
no se siente el partir de tus pasos,
no se oye el cantar de tu alma,
no se entiende una estrella en la nada.
Se siente el caminar despacio
de la vista en tu espalda,
el viento que besa tu pelo
y la noche que roza el tiempo.
Tu ausencia es eterna
y me muero pensando
escribiendo canciones,
ya nunca te llamo.
sueño, despierto y vuelvo a dormir.
Comprendo no haberte entendido,
resuelvo no saber perseguirte
No se sabe el sabor de tu ausencia,
no se siente el partir de tus pasos,
no se oye el cantar de tu alma,
no se entiende una estrella en la nada.
Se siente el caminar despacio
de la vista en tu espalda,
el viento que besa tu pelo
y la noche que roza el tiempo.
Tu ausencia es eterna
y me muero pensando
escribiendo canciones,
ya nunca te llamo.
jueves, 8 de mayo de 2014
El tano del barrio
El tano del barrio
No tiene un nombre. O sí, le dicen Tigre centro, pero no le gusta a los que viven allí. Pegadito a Carupá en donde el Canal San Fernando se entuba mientras su contaminación perfuma el aire de una de las entradas a la ciudad, aunque posiblemente la menos glamorosa. Todas las mañanas el ruido de los talleres locales se mezcla con la camioneta de repartos de la panadería local y mientras los niños caminan a la escuela Número 1, la parada de colectivos que está frente a la puerta del Supermercado se colma de vecinos con sus largas caras previas al trabajo. Es la peor hora del día, pero es la hora donde comienza la vida del barrio. Y en los días de invierno la niebla se cola por las calles y por los callejones.
Entre esa neblina y en esa hora, la peor de todas, sale a la vereda, todos los días en una especie de ritual mañanero, el viejo Pascetto. Nadie conoce su nombre, nadie sabe mucho de él. Sólo se sabe que es el viejo Pascetto. Cualquier vecino se lo cruza por la mañana, cualquier vecino se lo cruza por la tarde. Todos los días se sienta en el frente de su casa, con su bastón desgastado y sus pelos blancos bajo el sol. El viejo, como los más jóvenes lo llaman, siempre viste ropa que posiblemente, algunas décadas atrás, estuvo de moda. Su voz cada día parece más y más ronca, pero su seriedad siempre es igual. Su ceño fruncido, sus arrugas que invaden su cara y una expresión amarga que no cambia. Se sabe que tiene esposa y que posiblemente ella esté adentro, cocinando o limpiando, pocos la han visto. No se sabe si el viejo trabajó alguna vez y si lo hizo, de qué. Tampoco nadie sabe sobre su edad, él poco habla y cuando lo hace pareciera que mucha bronca saliera de sus cuerdas vocales.
Allí está el viejo, sentado, como si esperara a alguien o algo. Pero no espera con ansias o entusiasmo, lo hace resignado, enojado, “encabronado” pero nadie sabe por qué porque no es muy abierto a charlar con alguien. Los vecinos lo saludan por respeto, él a veces devuelve el saludo. No lee el diario como haría otra persona, no fuma tabaco ni bebe vino. A veces algún perro callejero lo acompaña, se sienta al lado y se convierte en un oportuno amigo. Pero nadie sabe si algún dia tuvo uno de verdad o alguien que le charle un rato, salvo por su esposa, claro, esa extraña mujer que hace las compras en el mismo almacén de la vuelta y que sólo cocina y limpia. El viejo, el “tano” como también le han dicho, a veces ni se percata de la presencia de su ¿amada?. Aunque su comida siempre come. Los días pasan y el hombre sigue ahí, desde temprano con la niebla, hasta bien entrada la noche. Los tiempos cambian, los autos que salen del centro llenos de turistas pasan y él sigue ahí. Pasa la lluvia y también las mareas. En esos casos levantan un poco las piernas o se sienta sobre la ventana de su casa, que como todas las casas del barrio está un par de escalones arriba, y mira el agua desde allí. El viejo, el amargo, el que nunca sonríe salvo alguna excepción, sigue sentado, esperando algo o alguien, con esa misma cara de siempre, con esa expresión de siempre. Ya nadie sabe mucho de él, tampoco preguntan mucho, se van olvidando de él. Pero sigue sentado, esperando algo, con las arrugas evidenciando alguna pena pasada, algún error que no puede olvidar, algo que no puede cambiar. Sigue esperando, el tiempo pasa, el barrio cambia.
No tiene un nombre. O sí, le dicen Tigre centro, pero no le gusta a los que viven allí. Pegadito a Carupá en donde el Canal San Fernando se entuba mientras su contaminación perfuma el aire de una de las entradas a la ciudad, aunque posiblemente la menos glamorosa. Todas las mañanas el ruido de los talleres locales se mezcla con la camioneta de repartos de la panadería local y mientras los niños caminan a la escuela Número 1, la parada de colectivos que está frente a la puerta del Supermercado se colma de vecinos con sus largas caras previas al trabajo. Es la peor hora del día, pero es la hora donde comienza la vida del barrio. Y en los días de invierno la niebla se cola por las calles y por los callejones.
Entre esa neblina y en esa hora, la peor de todas, sale a la vereda, todos los días en una especie de ritual mañanero, el viejo Pascetto. Nadie conoce su nombre, nadie sabe mucho de él. Sólo se sabe que es el viejo Pascetto. Cualquier vecino se lo cruza por la mañana, cualquier vecino se lo cruza por la tarde. Todos los días se sienta en el frente de su casa, con su bastón desgastado y sus pelos blancos bajo el sol. El viejo, como los más jóvenes lo llaman, siempre viste ropa que posiblemente, algunas décadas atrás, estuvo de moda. Su voz cada día parece más y más ronca, pero su seriedad siempre es igual. Su ceño fruncido, sus arrugas que invaden su cara y una expresión amarga que no cambia. Se sabe que tiene esposa y que posiblemente ella esté adentro, cocinando o limpiando, pocos la han visto. No se sabe si el viejo trabajó alguna vez y si lo hizo, de qué. Tampoco nadie sabe sobre su edad, él poco habla y cuando lo hace pareciera que mucha bronca saliera de sus cuerdas vocales.
Allí está el viejo, sentado, como si esperara a alguien o algo. Pero no espera con ansias o entusiasmo, lo hace resignado, enojado, “encabronado” pero nadie sabe por qué porque no es muy abierto a charlar con alguien. Los vecinos lo saludan por respeto, él a veces devuelve el saludo. No lee el diario como haría otra persona, no fuma tabaco ni bebe vino. A veces algún perro callejero lo acompaña, se sienta al lado y se convierte en un oportuno amigo. Pero nadie sabe si algún dia tuvo uno de verdad o alguien que le charle un rato, salvo por su esposa, claro, esa extraña mujer que hace las compras en el mismo almacén de la vuelta y que sólo cocina y limpia. El viejo, el “tano” como también le han dicho, a veces ni se percata de la presencia de su ¿amada?. Aunque su comida siempre come. Los días pasan y el hombre sigue ahí, desde temprano con la niebla, hasta bien entrada la noche. Los tiempos cambian, los autos que salen del centro llenos de turistas pasan y él sigue ahí. Pasa la lluvia y también las mareas. En esos casos levantan un poco las piernas o se sienta sobre la ventana de su casa, que como todas las casas del barrio está un par de escalones arriba, y mira el agua desde allí. El viejo, el amargo, el que nunca sonríe salvo alguna excepción, sigue sentado, esperando algo o alguien, con esa misma cara de siempre, con esa expresión de siempre. Ya nadie sabe mucho de él, tampoco preguntan mucho, se van olvidando de él. Pero sigue sentado, esperando algo, con las arrugas evidenciando alguna pena pasada, algún error que no puede olvidar, algo que no puede cambiar. Sigue esperando, el tiempo pasa, el barrio cambia.
miércoles, 19 de marzo de 2014
Vos
Hay muchas cosas, en los senderos caminados y cantados, que muchas veces tienen explicación o un sentido bien marcado. Pero también hay muchas cosas que no tienen explicación. Simplemente nacen o mueren en alguna tarde de olvido.
Sin mucha sed de buscar una explicación, arrojó mis pies al libre camino de la felicidad del día a día, después de bastantes semanas de dolor y bronca. Pienso, más allá de ser llamado depresivo o vaya uno a saber qué, en el momento dado en el cual hemos de pasar la roca. Es ese citado momento éste de ahora, el de pasar al nuevo día. Aunque hace bastante ya, dicho sea de paso, que la mayoría de las cosas me importan poco.
Por eso recuerdo esta noche aquella mañana en un bar de mi ciudad cuando nació esta idea de escribir este blog que no es otra cosa más que una pequeña parte o reflejo de mi historia personal de los últimos ¿Cuatro años? Y en ese tiempo todo cambió.
Pero no es la idea de este texto hablar sobre aquello. De hecho, creo haberlo dicho por aquellos días, poco me importa tener o no sentido en este mundo marcado por la construcción de supuestos sentidos que marcan los medios de comunicación. Es entonces la idea terminar de cerrar una buena etapa y un mal final que de una buena vez por todas es necesario explicar y gritar. Si quieren hablar que hablen y si quieren pensar que piensen. Si quieren vivir...eso sería ideal.
Por eso querida lectora mía, si estas ahí solo quiero agradecerte por haber sido tan fiel este tiempo, en mis ausencias y en mis momentos de constantes y largos textos con nada de sentido pero mucho corazón puesto sobre la mesa. Muchas gracias por estar tan atenta. Y muchas gracias por opinar mucho y hablar poco.
Te pido si en algún momento querés saber algo más (De eso que tanto hablaste y poco entendiste) no hay ningún problema. Sabes ubicarme porque de borrarme poco has hecho. Y si en cambio no querés hacerlo ya que preferís hablar como hasta ahora, olvidar varias cosas o dejarte llevar por esas influencias, tampoco hay problema. Hasta acá fue un enorme gusto y ahora se verá que se viene.
Sin mucha necesidad de que esto haya tenido sentido y saludando afectuosamente a quien haya entendido, me despido hasta mi próximo arranque de aburrimiento.
Sin mucha sed de buscar una explicación, arrojó mis pies al libre camino de la felicidad del día a día, después de bastantes semanas de dolor y bronca. Pienso, más allá de ser llamado depresivo o vaya uno a saber qué, en el momento dado en el cual hemos de pasar la roca. Es ese citado momento éste de ahora, el de pasar al nuevo día. Aunque hace bastante ya, dicho sea de paso, que la mayoría de las cosas me importan poco.
Por eso recuerdo esta noche aquella mañana en un bar de mi ciudad cuando nació esta idea de escribir este blog que no es otra cosa más que una pequeña parte o reflejo de mi historia personal de los últimos ¿Cuatro años? Y en ese tiempo todo cambió.
Pero no es la idea de este texto hablar sobre aquello. De hecho, creo haberlo dicho por aquellos días, poco me importa tener o no sentido en este mundo marcado por la construcción de supuestos sentidos que marcan los medios de comunicación. Es entonces la idea terminar de cerrar una buena etapa y un mal final que de una buena vez por todas es necesario explicar y gritar. Si quieren hablar que hablen y si quieren pensar que piensen. Si quieren vivir...eso sería ideal.
Por eso querida lectora mía, si estas ahí solo quiero agradecerte por haber sido tan fiel este tiempo, en mis ausencias y en mis momentos de constantes y largos textos con nada de sentido pero mucho corazón puesto sobre la mesa. Muchas gracias por estar tan atenta. Y muchas gracias por opinar mucho y hablar poco.
Te pido si en algún momento querés saber algo más (De eso que tanto hablaste y poco entendiste) no hay ningún problema. Sabes ubicarme porque de borrarme poco has hecho. Y si en cambio no querés hacerlo ya que preferís hablar como hasta ahora, olvidar varias cosas o dejarte llevar por esas influencias, tampoco hay problema. Hasta acá fue un enorme gusto y ahora se verá que se viene.
Sin mucha necesidad de que esto haya tenido sentido y saludando afectuosamente a quien haya entendido, me despido hasta mi próximo arranque de aburrimiento.
jueves, 5 de diciembre de 2013
Estando delante tuyo
Perdoname si no salen mis mejores palabras de mi boca, es que no tengo muchas ganas de hablar. Perdoname si no se decir esos piropos que te encantan o si no se cantar esas canciones que te llegan directamente al alma.
Espero que sepas perdonar que escribo esto y casi no puedo hablar delante tuyo. Y también espero que puedas perdonar que soy bastante tímido cuando estoy delante tuyo. Es que siento que si abro la boca mi corazón sale volando.
Te pido por favor que perdones mis pocas ganas de bailar o mis sonrisas idiotas cada vez que respiras cerca mío. De rodillas te pido que perdones que no pueda conversar de los temas que te importan. Y suplicando te ruego que perdones que te extrañe tanto cada vez que no estas.
Ya he pedido demasiado y poco he hecho, es que me asombras día a día. Nunca me pidas que me aleje ni que me olvide de tu aroma.
Estando delante tuyo no puedo hacer otra cosa que besarte y arrancarte a mi vida.
Espero que sepas perdonar que escribo esto y casi no puedo hablar delante tuyo. Y también espero que puedas perdonar que soy bastante tímido cuando estoy delante tuyo. Es que siento que si abro la boca mi corazón sale volando.
Te pido por favor que perdones mis pocas ganas de bailar o mis sonrisas idiotas cada vez que respiras cerca mío. De rodillas te pido que perdones que no pueda conversar de los temas que te importan. Y suplicando te ruego que perdones que te extrañe tanto cada vez que no estas.
Ya he pedido demasiado y poco he hecho, es que me asombras día a día. Nunca me pidas que me aleje ni que me olvide de tu aroma.
Estando delante tuyo no puedo hacer otra cosa que besarte y arrancarte a mi vida.
miércoles, 4 de diciembre de 2013
Regreso a Los Cóndores
Debe ser porque ando con ganas de cerrar etapas, o también debe ser porque no puedo cerrarlas. Quizás sea que necesito recordar errores del pasado para no repetirlo o por ahí esa respuesta que tanto ando buscando está perdida entre tantos recuerdos de cosas vividas.
Cuestión que abrí esa caja que tenemos todos, la de cartas y recuerdos de personas que ya no están o están alejadas. Esa caja donde guardamos fotos que nos graban sonrisas de hace mucho o esas palabras que siempre nos hacen acordar a alguien. Sólo me surgió, también movido por la necesidad de limpieza que tenía en mi cuarto. Mis manos no parecían las mías, y mis ojos no terminaban de entender todo lo que veían. Es que uno encuentra en estos casos muchas cosas, incluso a veces cosas que no recordábamos. Hasta vi un par de fotos donde me costó acordarme los nombres de las personas con las que estaba. Ni que fuera tan viejo, pero evidentemente no era eso lo que buscaba. Me di cuenta porque cuando entré en ritmo y ya iba separando cartas y fotos con naturalidad, encontré una bolsita. Una pequeña bolsa de vaya uno a saber qué local. Adentro se destacaba un sobre más grande y luego varios más chicos de colores. Estos últimos eran del mismo momento de mi vida, un viaje hace un tiempo a la costa. El otro sobre, el más grande, de un tiempo después, cuando estaba lejos de quien me escribía. Ah...todos los sobres, o sea todas las cartas, eran de la misma persona.
Allá en el mar de recuerdos que me despertó encontré el recuerdo perfecto de cuando leía esas cartas que, de más está decir, eran enormes palabras en aquellos días. Aunque si me pongo a pensar mientras me reflejo en mis propias lágrimas se nota que todavía lo son.
Hay tantas frases que descubro es esas cartas, cuánto tiempo pasó. Hay canciones y eso es maravilloso, hay poesías, hay anécdotas, chistes y largas frases hermosas. Cada letra y cada palabra me trae un recuerdo. Siento el mar a lo lejos como si estuviese leyéndolas por primera vez. ¿Tan fuerte es este poder?
No quiero seguir pensando en esto pero en estos días no encuentro otra cosa para hacer. No está buen y no me está haciendo bien, pero no encuentro escapatoria. Hay una respuesta que me sigue siendo esquiva. ¿Dónde se pueden encontrar ese tipo de respuestas?
Entre los sobres había un texto que hablaba sobre el mate. Ya lo conocía casi de memoria pero lo volví a leer como si nunca lo hubiese hecho. Me dejó pensando bastante. De manera obvia puse a calentar agua en la pava (Tengo la eléctrica pero necesitaba del ritual) y comencé a preparar el mate. Agarré uno viejo, de esos que no usas siempre, y preparándolo me di cuenta que ni siquiera era mio. Sin importar si había sido un acto del destino, de Dios o simplemente un descuido, me tomé unos ricos mates. De esos que te hacen pensar en silencio, contemplativo. Pensaba en respuestas, en motivos, en Porqués, en remedios, en razones y verdades. Una serie de imágenes y frases se me cruzaban por la cabeza. En ese desierto que se me armó en la cabeza me encontré casi volando yéndome lejos de casa y de todo. Suena extraño pero esos mates lograron lo que muchos de mis amigos no lograron en varios días. Me descargué prácticamente sin hablar, sin putear o llorar sobre el hombro de alguna persona.
Cuando los mates ya eran lavados y fríos se me armó una imagen en la mente. Fue casi una visión. Estaba en un pueblito perdido en el medio de la nada, era año nuevo y me encontraba mirando el cielo mientras una melodía sonaba de fondo. Una estrella fugaz pasaba misteriosamente y yo pedía un deseo: Que ese momento sea eterno. Era, sin lugar a dudas, el momento más mágico y místico de mi vida. Era una visión hermosa.
Entonces recordé que eso no había sido parte de mi imaginación, que eso era un recuerdo, algo que había pasado de verdad. En este mundo. Se me dibujó una sonrisa mientras iba a la cocina a dejar el mate y el termo. Quizás era una respuesta, un comienzo de respuesta. O quizás era la respuesta de aquella pregunta de dónde estaban las respuestas. Tenía que volver, tengo que volver. Mi corazón lo pide y parece ser que la vida se ha manifestado para que lo vea. Aunque se que nunca olvidaré,sino que mi corazón simplemente enterrará personas y sentimientos, muchas respuestas que busco están allá.
Juro solemnemente que esos mates no tenían nada. Pero la verdad poco me importa que digan algo raro, ya me han dicho alcohólico, manipulador, mentiroso compulsivo, agresivo, violento, enfermo, etc. Es hora de solo escucharse a uno mismo, de dejarse llevar y empezar a creer.
Guardé nuevamente las cartas, no las quiero quemar ni nada por el estilo. Es bueno tenerlas como recuerdo, de lo que alguna vez fui y lo que pasó. Es bueno tener algo que recuerde la cruz. Más adelante llegará el momento de tirarlas o simplemente olvidarlas de nuevo.
Larga vida y prosperidad.
Cuestión que abrí esa caja que tenemos todos, la de cartas y recuerdos de personas que ya no están o están alejadas. Esa caja donde guardamos fotos que nos graban sonrisas de hace mucho o esas palabras que siempre nos hacen acordar a alguien. Sólo me surgió, también movido por la necesidad de limpieza que tenía en mi cuarto. Mis manos no parecían las mías, y mis ojos no terminaban de entender todo lo que veían. Es que uno encuentra en estos casos muchas cosas, incluso a veces cosas que no recordábamos. Hasta vi un par de fotos donde me costó acordarme los nombres de las personas con las que estaba. Ni que fuera tan viejo, pero evidentemente no era eso lo que buscaba. Me di cuenta porque cuando entré en ritmo y ya iba separando cartas y fotos con naturalidad, encontré una bolsita. Una pequeña bolsa de vaya uno a saber qué local. Adentro se destacaba un sobre más grande y luego varios más chicos de colores. Estos últimos eran del mismo momento de mi vida, un viaje hace un tiempo a la costa. El otro sobre, el más grande, de un tiempo después, cuando estaba lejos de quien me escribía. Ah...todos los sobres, o sea todas las cartas, eran de la misma persona.
Allá en el mar de recuerdos que me despertó encontré el recuerdo perfecto de cuando leía esas cartas que, de más está decir, eran enormes palabras en aquellos días. Aunque si me pongo a pensar mientras me reflejo en mis propias lágrimas se nota que todavía lo son.
Hay tantas frases que descubro es esas cartas, cuánto tiempo pasó. Hay canciones y eso es maravilloso, hay poesías, hay anécdotas, chistes y largas frases hermosas. Cada letra y cada palabra me trae un recuerdo. Siento el mar a lo lejos como si estuviese leyéndolas por primera vez. ¿Tan fuerte es este poder?
No quiero seguir pensando en esto pero en estos días no encuentro otra cosa para hacer. No está buen y no me está haciendo bien, pero no encuentro escapatoria. Hay una respuesta que me sigue siendo esquiva. ¿Dónde se pueden encontrar ese tipo de respuestas?
Entre los sobres había un texto que hablaba sobre el mate. Ya lo conocía casi de memoria pero lo volví a leer como si nunca lo hubiese hecho. Me dejó pensando bastante. De manera obvia puse a calentar agua en la pava (Tengo la eléctrica pero necesitaba del ritual) y comencé a preparar el mate. Agarré uno viejo, de esos que no usas siempre, y preparándolo me di cuenta que ni siquiera era mio. Sin importar si había sido un acto del destino, de Dios o simplemente un descuido, me tomé unos ricos mates. De esos que te hacen pensar en silencio, contemplativo. Pensaba en respuestas, en motivos, en Porqués, en remedios, en razones y verdades. Una serie de imágenes y frases se me cruzaban por la cabeza. En ese desierto que se me armó en la cabeza me encontré casi volando yéndome lejos de casa y de todo. Suena extraño pero esos mates lograron lo que muchos de mis amigos no lograron en varios días. Me descargué prácticamente sin hablar, sin putear o llorar sobre el hombro de alguna persona.
Cuando los mates ya eran lavados y fríos se me armó una imagen en la mente. Fue casi una visión. Estaba en un pueblito perdido en el medio de la nada, era año nuevo y me encontraba mirando el cielo mientras una melodía sonaba de fondo. Una estrella fugaz pasaba misteriosamente y yo pedía un deseo: Que ese momento sea eterno. Era, sin lugar a dudas, el momento más mágico y místico de mi vida. Era una visión hermosa.
Entonces recordé que eso no había sido parte de mi imaginación, que eso era un recuerdo, algo que había pasado de verdad. En este mundo. Se me dibujó una sonrisa mientras iba a la cocina a dejar el mate y el termo. Quizás era una respuesta, un comienzo de respuesta. O quizás era la respuesta de aquella pregunta de dónde estaban las respuestas. Tenía que volver, tengo que volver. Mi corazón lo pide y parece ser que la vida se ha manifestado para que lo vea. Aunque se que nunca olvidaré,sino que mi corazón simplemente enterrará personas y sentimientos, muchas respuestas que busco están allá.
Juro solemnemente que esos mates no tenían nada. Pero la verdad poco me importa que digan algo raro, ya me han dicho alcohólico, manipulador, mentiroso compulsivo, agresivo, violento, enfermo, etc. Es hora de solo escucharse a uno mismo, de dejarse llevar y empezar a creer.
Guardé nuevamente las cartas, no las quiero quemar ni nada por el estilo. Es bueno tenerlas como recuerdo, de lo que alguna vez fui y lo que pasó. Es bueno tener algo que recuerde la cruz. Más adelante llegará el momento de tirarlas o simplemente olvidarlas de nuevo.
Larga vida y prosperidad.
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