domingo, 20 de marzo de 2016

Poema del adiós III

Hay una especie de vacío en mi pecho
que cada vez se hace más fuerte,
era al principio bastante doloroso
pero hoy lo siento con más furia.

Porque es un vacío impotente
de esos desgarradores silencios del alma,
que nacen en gritos desde la garganta
y nadie escucha en el aire de la nada.

Es una contradicción atrás de otra,
más o menos lo que hemos sido nosotros,
pero eso no significa que lo olvide
ni muchos que me arrepienta.

Sí que quisiera agarrarte y decirte cosas,
escucharte decir las palabras grises,
las que se escuchan pero vacían el pecho,
ese que tanto me duele y se hace más fuerte.

Pero acá estamos dándonos la espalda,
sin sostenernos, sin despedirnos,
anclados en las palabras que no se dicen
y en las promesas que nunca se cumplen.

No son los sueños los que nos hacen
sino las acciones con las que transformamos,
y nosotros nos morimos en la cobardía
de aceptar ser la nada misma.

Tampoco la música que tocamos juntos
que ya no suena a nada interesante,
es un violín desafinado, un piano roto
o una guitarra con sólo una cuerda.

No puedo llenar el vacío con alcohol
o con alguna otra mujer que pueda conocer,
no puedo llenar el vacío de tu ser
y no creo que quiera poder.

Hay una especie vacío en mi pecho
o quizás sea otra cosa diferente,
quizás sea que está más cansado que nunca,
o tal vez es algo a punto de explotar.

Hay una especie de vacío en mi pecho,
una especie de ausencia que tampoco es tal,
un arrebato de melancolía o en realidad
la melancolía de nunca haber sido tuyo.

Poema del adiós II

Creo que hay una china de ojos marrones
metida en el fondo de mi corazón.
Tira, empuja, arruga y estruje,
se mueve en cada pensamiento y sensación.
Es una china hermosa, repleta de emociones,
con sueños y deseos, con su orgullo en el cabello.

Una china en el alma, primavera y verano,
aparece en cada sueño de algodón.
Y en un colchón de hierba se me escapa,
o ¿soy yo que le suelto la mano?

Es un torbellino de placeres
un huracán sin contención
Una embestida en el pecho
una energía sin barreras,
que quiere ser libre y volar
aunque mis alas no ha de tomar.

Hay una china metida en mis ojos,
cada vez más chiquita en ellos.
Hacia el infinito todo es más hermoso
y ¿cómo podría no perdonar?

Hay una china de ojos marrones metida en mis entrañas,
llena de promesas que alguien querrá escuchar,
con voz de arcoiris y la brisa al andar,
imposible no mirarla, querer sentir su piel.
Esa caricia que en el Olimpo pensaron
y que luego envidiaron a la humanidad.

Ay china de mi alma,
en cualquier momento ya te vas,
y con mis gritos te quiero alcanzar,
¿O ya no puedo siquiera llorar?

domingo, 13 de marzo de 2016

Preguntas

¿Cómo puedo hacer para sacarte de cada instante de mis pensamientos?
¿Cómo puedo hacer para borrar tu sonrisa, tu pelo, tus cosquillas y tus humores?
¿Cómo se hace para arrancarte de raíz desde el fondo del ser?
¿Cómo hago para no pensarte ni extrañarte?
¿Cómo pienso en el sol de madrugada sin tu caricia de medianoche?
¿Cómo disipo tus recuerdos como burbujas en el viento?
¿Cómo olvido aquella tarde?
¿Cómo me paro en el medio de la nada a gritar sin que escuches?
¿Cómo vivo en silencio sin tu voz, dulce aroma de playa?
¿Cómo te construyo en este mundo mas mierda que nunca?
¿Cómo te imagino caminando con esas zapatillas desgastadas?
¿Cómo disimulo mis canciones?
¿Cómo escribo una carta de despedida a alguien que nunca fue?
¿Cómo cierro un capítulo que nunca se escribió?
¿Cómo pinto esos colores?
¿Cómo se puede ser lo que no se puede ser?

sábado, 27 de febrero de 2016

Poema del adiós I

Chau y que seas muy feliz,
buena vida para la próxima también
y buenos días para el amor de tu vida.

Adiós y que el camino sea mejor,
que el viento sople fuerte en tu rostro
y que nunca más huelas a despedida.

Buena suerte en la noche de mañana,
en la previa, la cena y el amor,
y en el cigarrillo entre sudor del después.

Hasta luego en palabras mojadas,
llenas de alcohol y vergüenza,
que tiemblan en cada acorde de la piel.

Hasta pronto en cada instante,
como si el todo fuese un segundo,
como si la nada nunca llegase.

Adiós en ese vacío profundo,
oscuro, asqueroso y misterioso,
doloroso, escatológico, desastroso.

Adiós, siempre es adiós,
hoy y mañana también,
por eso no somos dos.

Hasta siempre corazón,
lleno de esplendor, triste pasión,
lleno de ganas de decir adiós.

jueves, 25 de febrero de 2016

Estaba pensando nena en que podrías llamarme de una vez y decirme todo junto y como si nada volver a decirme todo lo bueno y lo tierno y lo que no se decía. Y mirarme a los ojos y entendernos todo también a la vez porque dicen que así son estas cosas aunque ambos sabemos que también pasan otras cosas, y caricias y besos y ternuras.
Estaba pensando, nena, que podrías volver a pedirme que te abrace y nos durmamos en los brazos del otro como deseando que el tiempo se frenara en ese instante. ¿Acaso llegamos a pensar siquiera que eso es posible? Como un dios de la nada que cumple el todo, como una sensación de querer detener el tenebroso destino de ser débiles frente al tiempo o como si no fuese más interesante y divertido pasar las horas juntos. Pero en el complemento del otro también se encuentra la estupidez y dios nena, ¿por qué no me estás llamando ya?
Imagino ese camino juntos lleno de tantas cosas que no puedo expresarlas porque así era y es el mundo con vos, lleno de sensaciones y canciones, y temblores, dolores, un par de golpes, comidas y alcohol. Mucho rock and roll y esa sonrisa que es un blues. Como un gol de Maradona, un habano de Fidel o varias líneas de Cortázar. O todo junto o mucho más.
Y entonces nena no entiendo que no me llames, que no me busques, que no me grites desde lejos, que no me desees, me pidas, me seduzcas, me grites y me perdones. Que nos bebamos todo el whiskey del mundo y fumemos juntos, que lleguemos a una isla desconocida y escribamos un libro en tinta china. Que hagamos una balada en la guitarra y tomemos unos mates en silencio, que nos digamos todo sin decir nada y que sigamos pidiendo juntos.
Cuando llegue ese llamado tuyo aquí voy a estar, para flotar en el agua de una correntada turbulenta de un río en crecida, para ondear en el viento que llega antes de una tormenta de verano. Cuando llegues vos a mí y finalmente sea lo que sea, te amo.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Estos dos

Eran dos hojas en el viento que corrían y saltaban, y jugaban, y se amaban.
Con la tierra bien mojada, la bajó al terreno del pensar y ella le dijo: No mi amor, ¿Para qué dejar de volar?
Y lo volvió a levantar para llevarlo al horizonte con pájaros, nubes y estrellas, siempre de la mano, a la par codo a codo.
Pero él reflexionó y le confesó: Para mí cualquier cigarro con vos es una noche llena de estrella. Y ella contestó: Para mí cualquier colchón de hojas con vos es una nube de placer.
Y se amaron y comieron, fumaron y bebieron. Y se miraron a los ojos por varias horas, perdidos en el no se qué del tiempo sin pasar. Y entre ellos se mezclaron unas hormigas del suelo que soñaban en secreto poder ser como ellos.
Y despertaron y volvieron a dormir, y se despertaron y se amaron y durmieron. Y el le dijo: No dejemos de hacer esto nunca. Y ella le dijo: Entonces no dejes de mirarme así nunca. Y ambos se dijeron caminemos juntos.
Y el tiempo dejó de ser tiempo, y todo pasó en el mismo instante y la vida, y los pájaros, y el amor, y las nubes y ellos dos y todos los demás.
Y en la nada de la nada, algo apareció que dijo: Acá estos dos se amaron una vez.

martes, 23 de junio de 2015

Como nunca

Un rejunte de cenizas,
un te quiero en medianoche.
Un adiós nunca dicho,
un segundo de mi vida.

La canción en esa playa,
un enero de nuestras tardes,
la arena en nuestros dedos,
el sol en el cabello.

Cómo imaginar que no podamos estar
en ese instante una vez más.

Una plaza alguna noche,
que llenamos la luna de promesas,
y los besos en la niebla
como sueño que termina.

No puedo no pensar en tanto frío,
no puedo no saber como estar.
un disco o un libro
una sola melodía.

Sombras,
polvo,
añejo,
mañana puede ser hoy.

Una disculpa eterna,
por no llegar
como el sol a la madrugada,
por desearte más que nunca.

Y si lo entiendes, entenderás,
y sino ya seguirás,
como pudiste y como se debe,
como siempre y como nunca.

Porque como alivio en el río,
y aire que respira,
es que suelto sin decirlo
un te extraño amor mío.


lunes, 27 de octubre de 2014

El día que murió Néstor

Aquella mañana de Octubre del 2010 me levanté sobresaltado, con la evidencia clara de que no había dormido mucho luego de unas birras con amigos. El motivo del corte de mi sueño era mi vieja, con un mate en la mano, una mirada extraña y unas palabras que llegaron a mis oídos pero no a mi interpretación: “Se murió Néstor Kirchner, el ex presidente”.
Cuando tomé conciencia de lo que me había dicho, un rato después, comencé a preguntarme qué había pasado. No tenía sentido y con muchas preguntas y la necesidad de saber más prendí la tele. La noticia era cierta, los canales inundaban las pantalla con sus fotos, su vida, sus frases y discursos, y todas esas cosas que se hacen en los medios cuando alguien importante muere.
Recuerdo que ya tomando unos mates con mis viejos, veía los testimonios de personas que tanto lo querían, los primeros que comenzaban a movilizarse a alguna plaza o a la mismísima casa Rosada, a varios periodistas que comentaban sobre Cristina Fernández, la presidenta, su esposa y ahora viuda. Hasta ese momento Néstor me parecía un ex presidente más. Importante sí pero incapaz de generar tantas cosas en tantas almas. Grave error el mío. Los días siguientes fueron mostrando a miles de personas caminando y caminando para poder decirle adiós. En ese cajón que tanto se discutió luego si realmente tenía dentro al cuerpo del también ex gobernador de Santa Cruz.
Mientras los medios levantaban su habitual programación para mostrar su juventud, sus años de militancia, su paso por la intendencia de Río Gallegos y su presidencia obviamente, un mensaje de un amigo me conmovió: “Se murió el flaco no más amigo”. Y mientras la televisión mostraba ahora las imágenes de su elección en el 2003, el día que ordenó bajar los cuadros de Videla y compañía o cuando votó a favor de la ley de matrimonio igualitario (Ya como diputado) recuerdo a mi viejo mencionar el día que murió Perón. Mi vieja incluso, la recuerdo recordar a su padre cuando hablaba del día que murió Eva.
No quise ponerme a pensar si era ésta sorpresiva muerte parecida o no a aquellas, pero si vi reflejado el dolor de muchos y muchas. Sentí que me brotaban las ganas de ir a plaza de Mayo para ser testigo de algo doloroso pero a la vez histórico.
El día que murió Kirchner fue así, mate y a la espera de los censistas que no llegaban más en un día bien gris. Más allá de ser o no un buen presidente o de las opiniones que cada uno puede tener, su trascendencia se me hacía evidente a cada minuto que iba pasando. Como también pasaban las lágrimas por los rostros de esas caras desconsoladas que la televisión cada vez quería enfocar más y más.
Ese día supe que la historia dirá algún día algo más sobre Néstor Kirchner pero también que la historia estaba ahí, frente a mis ojos, abriéndose paso de manera quizás triste, pero en definitiva transitando, como las miles de almas que transitaban lejos de sus casas para decirle adiós.

martes, 30 de septiembre de 2014

En las noches de mi barrio
sueño, despierto y vuelvo a dormir.
Comprendo no haberte entendido,
resuelvo no saber perseguirte

No se sabe el sabor de tu ausencia,
no se siente el partir de tus pasos,
no se oye el cantar de tu alma,
no se entiende una estrella en la nada.

Se siente el caminar despacio
de la vista en tu espalda,
el viento que besa tu pelo
y la noche que roza el tiempo.

Tu ausencia es eterna
y me muero pensando
escribiendo canciones,
ya nunca te llamo.

jueves, 8 de mayo de 2014

El tano del barrio

El tano del barrio

No tiene un nombre. O sí, le dicen Tigre centro, pero no le gusta a los que viven allí. Pegadito a Carupá en donde el Canal San Fernando se entuba mientras su contaminación perfuma el aire de una de las entradas a la ciudad, aunque posiblemente la menos glamorosa. Todas las mañanas el ruido de los talleres locales se mezcla con la camioneta de repartos de la panadería local y mientras los niños caminan a la escuela Número 1, la parada de colectivos que está frente a la puerta del Supermercado se colma de vecinos con sus largas caras previas al trabajo. Es la peor hora del día, pero es la hora donde comienza la vida del barrio. Y en los días de invierno la niebla se cola por las calles y por los callejones.
Entre esa neblina y en esa hora, la peor de todas, sale a la vereda, todos los días en una especie de ritual mañanero, el viejo Pascetto. Nadie conoce su nombre, nadie sabe mucho de él. Sólo se sabe que es el viejo Pascetto. Cualquier vecino se lo cruza por la mañana, cualquier vecino se lo cruza por la tarde. Todos los días se sienta en el frente de su casa, con su bastón desgastado y sus pelos blancos bajo el sol. El viejo, como los más jóvenes lo llaman, siempre viste ropa que posiblemente, algunas décadas atrás, estuvo de moda. Su voz cada día parece más y más ronca, pero su seriedad siempre es igual. Su ceño fruncido, sus arrugas que invaden su cara y una expresión amarga que no cambia. Se sabe que tiene esposa y que posiblemente ella esté adentro, cocinando o limpiando, pocos la han visto. No se sabe si el viejo trabajó alguna vez y si lo hizo, de qué. Tampoco nadie sabe sobre su edad, él poco habla y cuando lo hace pareciera que mucha bronca saliera de sus cuerdas vocales.
Allí está el viejo, sentado, como si esperara a alguien o algo. Pero no espera con ansias o entusiasmo, lo hace resignado, enojado, “encabronado” pero nadie sabe por qué porque no es muy abierto a charlar con alguien. Los vecinos lo saludan por respeto, él a veces devuelve el saludo. No lee el diario como haría otra persona, no fuma tabaco ni bebe vino. A veces algún perro callejero lo acompaña, se sienta al lado y se convierte en un oportuno amigo. Pero nadie sabe si algún dia tuvo uno de verdad o alguien que le charle un rato, salvo por su esposa, claro, esa extraña mujer que hace las compras en el mismo almacén de la vuelta y que sólo cocina y limpia. El viejo, el “tano” como también le han dicho, a veces ni se percata de la presencia de su ¿amada?. Aunque su comida siempre come. Los días pasan y el hombre sigue ahí, desde temprano con la niebla, hasta bien entrada la noche. Los tiempos cambian, los autos que salen del centro llenos de turistas pasan y él sigue ahí. Pasa la lluvia y también las mareas. En esos casos levantan un poco las piernas o se sienta sobre la ventana de su casa, que como todas las casas del barrio está un par de escalones arriba, y mira el agua desde allí. El viejo, el amargo, el que nunca sonríe salvo alguna excepción, sigue sentado, esperando algo o alguien, con esa misma cara de siempre, con esa expresión de siempre. Ya nadie sabe mucho de él, tampoco preguntan mucho, se van olvidando de él. Pero sigue sentado, esperando algo, con las arrugas evidenciando alguna pena pasada, algún error que no puede olvidar, algo que no puede cambiar. Sigue esperando, el tiempo pasa, el barrio cambia.