martes, 28 de febrero de 2017

La espera

Parecía una caricia con alma de chocolate. Dulce en su melancolía, triste con esa sonrisa, perdida en el misterio de su piel blanca como la nieve. Se volaba todo el tiempo en anécdotas que nunca habían ocurrido y solía contar sus sueños a cada persona se cruzara en la mañana. Por las tardes tomaba te de canela y lo extrañaba. Siempre lo extrañaba.
Había partido hacía cuatro años, seis meses y nueve días. Recordaba esa tarde de otoño por el color del paisaje, el sweater que tenía puesto y el sabor a angustia en la boca. La última imagen que tenía de él era su espalda perdiéndose en el horizonte de esa plaza y el futuro que se le venía. Ella era pasado. La amargura se le dibujaba en la cara al recordarlo pero no podía olvidarse de nada. Ahora esperaba las noches para tomarse una pastilla e irse a dormir, a la espera de algún sueño para contar a la otra mañana. 
Se sabía hermosa, agradable, incluso graciosa cuando se lo proponía. Era interesante, intrigante, cuando cantaba cautivaba a todos sus oyentes. Sus alumnos se desvivían por ella y hacía el amor como las diosas. Era, en otras palabras, el deseo de la mayor parte de las personas que la rodeaban. 
Ella lo sabía.
Y sin embargo ahí estaba. Mintiendo con una sonrisa falsa a la ventana de su casa. Contando los días para saber nada. Era eso, se había convertido en eso. La búsqueda de la espera porque otra cosa no sabía hacer. 

jueves, 23 de febrero de 2017

Y un día

Y un día nos volvimos a cruzar,
el calor derretía el silencio,
tus ojos en frente mío,
tus secretos también.
Había tanto para decir,
todo tan intrascendente,
una palabra no sirve
para llamarte otra vez.
Hoy estabas ahí,
testigo de un adiós no dicho,
pero siempre brillas para mí,
sé que no lo buscas pero déjalo así.
Quizás nos volvamos a cruzar,
para callar otra vez,
o tal vez ser amigos de una buena vez
y reirnos en el pasto también.
Mientras tanto acá están estas letras,
no esperes que no lo haga,
un buen perdedor se ahoga más
y éste ya perdió todo.

martes, 7 de febrero de 2017

El día que murió el Flaco

Es uno de los últimos días de enero. La noche encierra las maravillas de la música entre amigos y esas charlas que parecen perderse en risas y abrazos. Es un instante de perfección. Poesía, diría él. El asado que no fue y la jarra de fernet. 
Pero alguien nombra al Flaco y la nebulosa se para frente a mí. Siguen hablando entre ellos pero no escucho. Estoy pero no estoy. Mi mente viaja unos años al pasado. Viaja como viajan las almas que sienten nostalgia casi las 24 horas del día. Viajan como lo hacen los enamorados, los poetas y los amantes del buen vino. 
Es 8 de febrero de 2012. Las personas caminan de un lado a otro en la terminar de Miramar. La playa no se ve pero se huele. Hay un café en las manos que todavía no inicio. Ella me habla de Mar del Plata y alguna cuestión así. Quizás después me arrepiente de no escucharla pero la mirada solo puede estar en la televisión. Un periodista habla sobre una placa roja y dice, informa, que se murió Spinetta. Unos días antes se había hablado sobre su estado de salud. Ahora lo recuerdan músicos y conocidos. O eso parece porque la televisión está en silencio y no hay chance alguna que consiga quién pueda subir el volumen. Pienso, al mismo tiempo, que de nada importaría. 
Murió rodeado de sus familiares. Tuvo una obra inmensa. Lo recuerdan colegas de todo el país. Tocó con tal y con tal. 
Todas frases que ya imagino y deduzco. Obvias pero no menos ciertas. Si me dijeran que en ese momento flotaba quizás lo creía. Como por arte de magia varias canciones se me vienen a la mente. Dicen que ese es el mejor recuerdo que un músico puede dejar: Su obra en la gente. 
Es una mezcla de cierta lágrima que no quiere salir y un poco de mal humor. El sol ya no me parece tan bello como un rato antes. 
Ella me sigue hablando, ahora más pausada. Se da cuenta. Sabe que en algo me, nos, afecta. Su caricia me parece perfecta. No tiene que haber nada más. No tiene que existir otra cosa. Pienso que debería aprender a volar. Es un momento crucial y al mismo tiempo pasajero. 
Solo es eso.
Un momento.
Pero sin embargo me duele. 
Pienso y reflexiono. Lo digo en voz alta.
En realidad somos un momento.
Y somos lo que dejamos. 

martes, 31 de enero de 2017

Nunca Nunca

¿Nunca deseaste con todas tus ganas que alguien te dirija la palabra?
No
¿Nunca escuchaste una canción tantas veces seguidas como para dejar todo lo demás?
No
¿Nunca sentiste piel de gallina por el roce con esa persona?
No
¿Nunca te preguntaste de dónde salen expresiones como esa?
No
¿Nunca te quedaste mirando el sol hasta que las lágrimas florecieron en tus ojos?
No
¿Nunca buscaste su mirada con la tuya solo para detener el tiempo?
No
¿Nunca reuniste a todos tus amigos para decirles lo mucho que los valoras?
No
¿Nunca te cansaste de decir nunca?
No
¿Nunca te aburrió escuchar a alguien?
Eso quizás sí.

sábado, 28 de enero de 2017

No saber vivir

Las estrellas fugaces se ahogan en este mar de mierda,
es la vida que se asoma por delante con sus redes,
repletas de sabores y de arañas,
buscando testigos que llamen a cantar baladas de rock and roll.
Nadan sin cansarse porque no conocen el no,
desconocen la soledad de una triste poesía de medianoche,
ignoran otro quehacer mas que nadar,
contestan a sus preguntas con llamadas al amanecer.
Y vuelven a comenzar la jornada, vuelven a su rutina,
otra vez la garganta cerrada y la desesperación en los dedos,
la nariz tapada y los ojos mojados,
la sangre revuelta en entrañas y tímpanos.
Por no saber vivir solo sienten la amargura,
otro día se incendia en el calendario,
otra noche golpea a la puerta,
y se siguen ahogando, se infestan del mar, patalean.
Quieren nacer, una oportunidad,
la súplica por un final feliz, por un maldito feliz,
pero esa no es la trampa del mar,
por eso se ahogan y sumergen en el fondo tenebroso.

lunes, 9 de enero de 2017

8 de enero

Eran dos almas que erraban por la vida cuando se encontraron aquella vez. Después lo seguirían siendo. El ocho de enero golpeaba en el sol de una tarde sin nubes. Él la miraba con sus ojos y con su piel. Ella sentía esa mirada en el cabello y en las jóvenes y temblantes piernas. Se apoyaron sobre las sábanas perdidos en el espacio entre sus miradas, vergonzosos, silenciosos, hambrientos de caricias. Él sentía su aliento en la frente, lo deseaba. Tenía la obligación de decir algo o de hacer algo, dar un paso, acercarse, caminar hacia su ombligo, fotografiar esa cara sonrojada. No podía hacer nada. Era Fantasy frente a él.
Y ella...ella solo lo miraba, lo observaba, lo esperaba. No podía hacer nada con sus años ni con su falta de cariño. ¿Duraría un instante? ¿Sería en el futuro un recuerdo con sabor a mate recién hecho? Se decía a sí misma que no debía pensar en esas cosas. Pero algo tenía que hacer porque su cuerpo no se movía. 
Los minutos se pasaban en la humedad del ambiente. Podía irse la oportunidad pensaba él, O podía irse ella que era peor. O podían irse ambos y perder los días venideros. Quería apretarla y besarla. Quería tomarle las manos que las adivinaba frías como el ártico. La poesía estaba en el aire pero él apenas la notaba. Ella buscaba el sentido de esa escena metáfora. 
Y mientras se miraban, se callaban, se desnudaban los ojos. 
Se acercaban lentamente. Había llegado el momento de cortar con tanto suspiro.
- ¿Querés?- amagó él. Pero no tenía que ser así.
- ¿Puedo besarte?
Ella quería ayudarlo pero comprendía. Lo admiraba. Lo entendía. 
- Quiero- Era la única palabra que podía salir de boca de ella. 

Comenzaron a amarse un buen rato después de eso. Lo que sucediera aparte sería anecdótico.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

El fondo de mi almohada

Se me escapa el sudor en las manos,
se recorren las grietas de mi piel,
el destino se hace vivo en tus ojos
y yo no puedo mirarte más.

Ahogo las penas en un vaso de silencio,
siento un calambre en las entrañas,
revivo pensando en lo dulce del olvido
floto con la esperanza en la cara.

No hay un instante de agonía en este cielo,
una mentira con piernas de gelatina
pero la gente baila y canta y se abraza y se hablan,
a eso le llaman un poco de paz.

Doy vueltas en la cama,
pensarte ya no es un castigo,
estas líneas son puro placer
hay una luz en el fondo de mi almohada.

No estas en ese pozo profundo,
hay miel y caramelo por todos lados,
un jazmín y un poco de cerveza,
una foto de cuando era un niño en brazos de madre.

En la almohada vuelvo a sudar,
hay un poco de calma alrededor,
se vienen los bellos tiempos por delante,
eso me trae un poco de nervios.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Hoy

Hoy te extrañe
Te extrañe un instante a la mañana,
un instante como el primer beso que diste,
como la primera recordada vez
que fundimos nuestros sexos en la sábana,
y me susurraste al oído una frase de rock and roll,
dios mío sabías que amaba ese detalle.
Fueron unos segundos de pensar en ti,
preguntarme si esa sonrisa estará intacta,
si se puede reemplazar el cariño
o escribir una poesía más bella
cuando se conoce a otra persona
y ese brillo despierta la duda si no estaré faltando a tu recuerdo.

A veces deseo que los instantes sean eternos,
como tu piel en mi piel
y tus labios pronunciando la canción
de la que nunca jamás nos vamos a ir
ni bebiendo ni gritando.
Deseo otro instante como aquellos,
aunque solo dure un instante,
que me sirva para dibujarte y así
pueda decirte una última vez
que nada jamás será como una mañana en tus piernas

viernes, 18 de noviembre de 2016

Tantos años después, compañero

Nos fuimos encontrando tantos años después
querido compañero de barrio y carnaval.
Los años nos moldearon inquietos y pacientes,
coloreando el sabor de la derrota y la injusticia.
Nos abrazamos en el frente de la marcha,
al paso del silencio del reclamo.
Las manos menos callosas que antes,
la mente más cultivada que en ese entonces.
Las huellas de las ollas y los guisos,
de las visitas por los pueblos y el mate bien amargo.
Puerta a puerta, queríamos llamar e invitar,
el clamor de los niños nos hacía llorar.
Tantos años pasaron compañero,
nos hicimos amigo y enemigo, respeto y olvido.
El grito siempre está al pie del cañón,
allí estuvimos para responder otra vez.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Ellos dos

Él le dijo que no podía arriesgar,
ella solo quería tejer y pintar.
¿Para qué vamos a hablar si sabemos
que nos volveremos a encontrar?

Ella lloraba siempre a la noche,
él pensaba en ponerse a escribir,
quizás una duda a la luna:
¿Se puede acompañar si se quiere sanar?

Y ellos estaban otra vez ahí,
en la niebla de los besos que amagaban,
callados en sus ojos y en su alma
diciendo qué otra cosa podemos hacer mañana.