lunes, 27 de octubre de 2014

El día que murió Néstor

Aquella mañana de Octubre del 2010 me levanté sobresaltado, con la evidencia clara de que no había dormido mucho luego de unas birras con amigos. El motivo del corte de mi sueño era mi vieja, con un mate en la mano, una mirada extraña y unas palabras que llegaron a mis oídos pero no a mi interpretación: “Se murió Néstor Kirchner, el ex presidente”.
Cuando tomé conciencia de lo que me había dicho, un rato después, comencé a preguntarme qué había pasado. No tenía sentido y con muchas preguntas y la necesidad de saber más prendí la tele. La noticia era cierta, los canales inundaban las pantalla con sus fotos, su vida, sus frases y discursos, y todas esas cosas que se hacen en los medios cuando alguien importante muere.
Recuerdo que ya tomando unos mates con mis viejos, veía los testimonios de personas que tanto lo querían, los primeros que comenzaban a movilizarse a alguna plaza o a la mismísima casa Rosada, a varios periodistas que comentaban sobre Cristina Fernández, la presidenta, su esposa y ahora viuda. Hasta ese momento Néstor me parecía un ex presidente más. Importante sí pero incapaz de generar tantas cosas en tantas almas. Grave error el mío. Los días siguientes fueron mostrando a miles de personas caminando y caminando para poder decirle adiós. En ese cajón que tanto se discutió luego si realmente tenía dentro al cuerpo del también ex gobernador de Santa Cruz.
Mientras los medios levantaban su habitual programación para mostrar su juventud, sus años de militancia, su paso por la intendencia de Río Gallegos y su presidencia obviamente, un mensaje de un amigo me conmovió: “Se murió el flaco no más amigo”. Y mientras la televisión mostraba ahora las imágenes de su elección en el 2003, el día que ordenó bajar los cuadros de Videla y compañía o cuando votó a favor de la ley de matrimonio igualitario (Ya como diputado) recuerdo a mi viejo mencionar el día que murió Perón. Mi vieja incluso, la recuerdo recordar a su padre cuando hablaba del día que murió Eva.
No quise ponerme a pensar si era ésta sorpresiva muerte parecida o no a aquellas, pero si vi reflejado el dolor de muchos y muchas. Sentí que me brotaban las ganas de ir a plaza de Mayo para ser testigo de algo doloroso pero a la vez histórico.
El día que murió Kirchner fue así, mate y a la espera de los censistas que no llegaban más en un día bien gris. Más allá de ser o no un buen presidente o de las opiniones que cada uno puede tener, su trascendencia se me hacía evidente a cada minuto que iba pasando. Como también pasaban las lágrimas por los rostros de esas caras desconsoladas que la televisión cada vez quería enfocar más y más.
Ese día supe que la historia dirá algún día algo más sobre Néstor Kirchner pero también que la historia estaba ahí, frente a mis ojos, abriéndose paso de manera quizás triste, pero en definitiva transitando, como las miles de almas que transitaban lejos de sus casas para decirle adiós.

martes, 30 de septiembre de 2014

En las noches de mi barrio
sueño, despierto y vuelvo a dormir.
Comprendo no haberte entendido,
resuelvo no saber perseguirte

No se sabe el sabor de tu ausencia,
no se siente el partir de tus pasos,
no se oye el cantar de tu alma,
no se entiende una estrella en la nada.

Se siente el caminar despacio
de la vista en tu espalda,
el viento que besa tu pelo
y la noche que roza el tiempo.

Tu ausencia es eterna
y me muero pensando
escribiendo canciones,
ya nunca te llamo.

jueves, 8 de mayo de 2014

El tano del barrio

El tano del barrio

No tiene un nombre. O sí, le dicen Tigre centro, pero no le gusta a los que viven allí. Pegadito a Carupá en donde el Canal San Fernando se entuba mientras su contaminación perfuma el aire de una de las entradas a la ciudad, aunque posiblemente la menos glamorosa. Todas las mañanas el ruido de los talleres locales se mezcla con la camioneta de repartos de la panadería local y mientras los niños caminan a la escuela Número 1, la parada de colectivos que está frente a la puerta del Supermercado se colma de vecinos con sus largas caras previas al trabajo. Es la peor hora del día, pero es la hora donde comienza la vida del barrio. Y en los días de invierno la niebla se cola por las calles y por los callejones.
Entre esa neblina y en esa hora, la peor de todas, sale a la vereda, todos los días en una especie de ritual mañanero, el viejo Pascetto. Nadie conoce su nombre, nadie sabe mucho de él. Sólo se sabe que es el viejo Pascetto. Cualquier vecino se lo cruza por la mañana, cualquier vecino se lo cruza por la tarde. Todos los días se sienta en el frente de su casa, con su bastón desgastado y sus pelos blancos bajo el sol. El viejo, como los más jóvenes lo llaman, siempre viste ropa que posiblemente, algunas décadas atrás, estuvo de moda. Su voz cada día parece más y más ronca, pero su seriedad siempre es igual. Su ceño fruncido, sus arrugas que invaden su cara y una expresión amarga que no cambia. Se sabe que tiene esposa y que posiblemente ella esté adentro, cocinando o limpiando, pocos la han visto. No se sabe si el viejo trabajó alguna vez y si lo hizo, de qué. Tampoco nadie sabe sobre su edad, él poco habla y cuando lo hace pareciera que mucha bronca saliera de sus cuerdas vocales.
Allí está el viejo, sentado, como si esperara a alguien o algo. Pero no espera con ansias o entusiasmo, lo hace resignado, enojado, “encabronado” pero nadie sabe por qué porque no es muy abierto a charlar con alguien. Los vecinos lo saludan por respeto, él a veces devuelve el saludo. No lee el diario como haría otra persona, no fuma tabaco ni bebe vino. A veces algún perro callejero lo acompaña, se sienta al lado y se convierte en un oportuno amigo. Pero nadie sabe si algún dia tuvo uno de verdad o alguien que le charle un rato, salvo por su esposa, claro, esa extraña mujer que hace las compras en el mismo almacén de la vuelta y que sólo cocina y limpia. El viejo, el “tano” como también le han dicho, a veces ni se percata de la presencia de su ¿amada?. Aunque su comida siempre come. Los días pasan y el hombre sigue ahí, desde temprano con la niebla, hasta bien entrada la noche. Los tiempos cambian, los autos que salen del centro llenos de turistas pasan y él sigue ahí. Pasa la lluvia y también las mareas. En esos casos levantan un poco las piernas o se sienta sobre la ventana de su casa, que como todas las casas del barrio está un par de escalones arriba, y mira el agua desde allí. El viejo, el amargo, el que nunca sonríe salvo alguna excepción, sigue sentado, esperando algo o alguien, con esa misma cara de siempre, con esa expresión de siempre. Ya nadie sabe mucho de él, tampoco preguntan mucho, se van olvidando de él. Pero sigue sentado, esperando algo, con las arrugas evidenciando alguna pena pasada, algún error que no puede olvidar, algo que no puede cambiar. Sigue esperando, el tiempo pasa, el barrio cambia.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Vos

Hay muchas cosas, en los senderos caminados y cantados, que muchas veces tienen explicación o un sentido bien marcado. Pero también hay muchas cosas que no tienen explicación. Simplemente nacen o mueren en alguna tarde de olvido.
Sin mucha sed de buscar una explicación, arrojó mis pies al libre camino de la felicidad del día a día, después de bastantes semanas de dolor y bronca. Pienso, más allá de ser llamado depresivo o vaya uno a saber qué, en el momento dado en el cual hemos de pasar la roca. Es ese citado momento éste de ahora, el de pasar al nuevo día. Aunque hace bastante ya, dicho sea de paso, que la mayoría de las cosas me importan poco.
Por eso recuerdo esta noche aquella mañana en un bar de mi ciudad cuando nació esta idea de escribir este blog que no es otra cosa más que una pequeña parte o reflejo de mi historia personal de los últimos ¿Cuatro años? Y en ese tiempo todo cambió.
Pero no es la idea de este texto hablar sobre aquello. De hecho, creo haberlo dicho por aquellos días, poco me importa tener o no sentido en este mundo marcado por la construcción de supuestos sentidos que marcan los medios de comunicación. Es entonces la idea terminar de cerrar una buena etapa y un mal final que de una buena vez por todas es necesario explicar y gritar. Si quieren hablar que hablen y si quieren pensar que piensen. Si quieren vivir...eso sería ideal.
Por eso querida lectora mía, si estas ahí solo quiero agradecerte por haber sido tan fiel este tiempo, en mis ausencias y en mis momentos de constantes y largos textos con nada de sentido pero mucho corazón puesto sobre la mesa. Muchas gracias por estar tan atenta. Y muchas gracias por opinar mucho y hablar poco.
Te pido si en algún momento querés saber algo más (De eso que tanto hablaste y poco entendiste) no hay ningún problema. Sabes ubicarme porque de borrarme poco has hecho. Y si en cambio no querés hacerlo ya que preferís hablar como hasta ahora, olvidar varias cosas o dejarte llevar por esas influencias, tampoco hay problema. Hasta acá fue un enorme gusto y ahora se verá que se viene.

Sin mucha  necesidad de que esto haya tenido sentido y saludando afectuosamente a quien haya entendido, me despido hasta mi próximo arranque de aburrimiento.