sábado, 22 de diciembre de 2018

azul

dicen que el azul es un color frío,
frío como el suelo del océano;
pero en vos el azul es radiante como verano,
el azul se hace calor en tu piel hechicera;
y sí, te trato de vos
aunque escuché que en poesía se habla de tú,
mas no me importa, en tu boca todo es poesía
incluso estas penosas líneas de perdedor;
un perdedor que se vuelve triunfador,
solo por caminar al lado de tu andar,
con ese vestido de color azul,
azul que dicen es un color frío, 
frío como el suelo del océano;
eso lo dicen porque nunca anduvieron,
de la mano con vos, azul, azul, azul. 

domingo, 16 de diciembre de 2018

Domingo

Domingo, sol de mediodía,
cultura de abuelos
otrora recuerdos
y  nostalgia del asado.
El humo, el faso,
una chacarera de fondo
es vermú preparado
y la carne salada.
No hay relojes, sí brazas,
arde el fuego del encuentro
otro ritual se consume
misa de cada familia.
Olores que besan la piel
se quedan un buen rato
pegados en cada recuerdo
como grasa en la misma parrilla.
Preparen un fernet
dice alguno
Anda destapando el vino
contesta otro
Pongan la mesa
se escucha también
Que rica ensalada
alguno se anima.
En plato de madera
se consume el ritual
en la punta al que aplauden
se debe alentar.

viernes, 14 de diciembre de 2018

Muere

Muere quien nunca ha caminado
una piel como la tuya,
los lunares que te recorren,
el algodón de tus manos,
tu vientre que respira,
los pétalos de tu pelo,
tantas palabras que escribes,
esas pestañas que aplauden.
Muere, sí, muere quien nunca
se ha escapado con alguien
como vos.
Muere quien se imagina sola
y todo poderosa.
Muere esa persona
muere porque no lo entiende,
no sabe de comunidad,
no sabe de tribu.
Muere, se muere y
quizás no lo sabe.

24

Me desgarra otra noche de insomnio,
te me vienes en la mente y el dolor,
porque se que en el fondo no hay,
no existe alguien más como vos
para saber lo que se siente:
saber que te come una angustia,
la mía hoy es pasajera
pero la tuya te estrujaba,
carraspeabas esperando de mi,
porque siempre veías lo mejor,
dios espero que todavía seas así,
mirando a los demás, escuchando,
cebando mate, pensando en inclusión;
mas es un acto de soberbia, otra vez,
¿por qué no cambiarías? si yo lo hice, 
en esas noches llorabas esperando,
llorabas reclamando, enojada
y furiosa por el amor que se te iba,
se volaba y se cambiaba, lejos,
lo sabías, lo veías y lo sufriste;
entonces hoy te pienso otra vez
como tantas veces, reconozco, te pensé,
aferrada a la almohada, pensando quizás
en palabras, en olores, en promesas
para poder calmarte, para poder reconciliarte,
hasta que llegó el día que lo hiciste,
quedamos cada uno atrás del otro,
pero diciembre siempre hace temblar,
será por eso que te me vienes esta noche,
te veo en la playa aquellas mañanas,
sonriendo  estás, en la arena y en la noche,
entonces te pienso charlando conmigo,
esas charlas de tantas horas y destinos,
te imagino y nos encontramos un rato,
unos minutos donde late todo,
pasó tanto tiempo que parece otra vida,
yo sin embargo te pienso en esta noche,
con el recuerdo de lo que fuiste,
de todas tus palabras llenas de gritos,
¿cómo puede ser que nunca haya llorado contigo?,
y me siento en la madrugada,
escucho la lluvia, la conciencia como espino
primer amor, agradezco haberte conocido.




jueves, 13 de diciembre de 2018

Bisturí

Dentro tuyo,
en las tripas más profundas,
hay un salvaje acosador,
un cosificador,
ser hombre le dicen,
otros hablan de ser pasional.

Ahí.
Dentro tuyo está.
Quizás algo salió,
puede que no te joda
o no lo reconozcas
pero creeme,
está ahí,
en tus tripas,
metido en tus pensamientos,
tus ideas,
tu lenguaje
y esos gritos de gol.
Vive esperando
dentro tuyo
agazapado
porque lo pusieron
ahí, bien ahí dentro,
estrujando
saliendo cada tanto.
Entonces hay que buscar,
primero las ganas
después el perdón
pero sobre todo
el bisturí,
para abrir,
cortar,
remover,
sacar.
Claro, va a doler,
nada fácil es
y menos
algo rápido
porque no se acelera con eso,
hay que tener valor
y aceptar
el heroísmo no sirve,
solo sirve desarmarse,
girar el bisturí,
que duela
todo lo que tenga que doler,
imaginate sino
el dolor que llevan hace años.
Y animate a llorar,
te dijeron que no,
pero hacelo,
así entendemos,
mientras giras el bisturí
buscando ese cáncer
como hago yo
siempre en presente,
aceptalo,
creelo,
entendelo.
Y no dejes
de remover el bisturí,
entre las tripas
y la violencia,
no aflojes
que estamos esperando.
Hacelo,
crují
pero claro,
no grites,
hacelo en silencio
porque quieras
o no;
ahora
es nuestro tiempo
de callar.

martes, 11 de diciembre de 2018

River Plei

La final que nunca se debería haber jugado. La final más larga de la historia. La final de las mil palabras y de las mil cosas alrededor. La final más hablada. La final que supuestamente nadie esperaba se jugase bien. La final del mundo. La final de todos los tiempos. La finalísima. La final de las finales. 
La copa Libertadores barra Conquistadores de América 2018 debería ser casi en su totalidad un reseteo del fútbol sudamericano. Y la final -o las finales- dará para escribir un libro en el corto o mediano plazo. Andrés Burgo decía en Twitter unos días después de los triunfos de Boca y River en Brasil que para él la final no debería jugarse nunca. Que deberíamos estancarnos en una especie de espera interminable, eterna, incluso con cada equipo dictando el resultado que quisiera. 
Y casi que termina pasando en la vida misma.
Lluvia, piedras, Conmebol, jugadores tribuneros, dirigentes nefastos, hinchas haciendo lo que hacen los hinchas: Violencia. Pablo Alabarces lo explicó perfecto en Anfibia y cualquier señor o señora se da cuenta que quedó algo todavía mucho más turbio en la decisión de mandar ese micro por esa esquina. 
Pero si la copa 2018 debería ser un reseteo para el fútbol sudamericano el domingo del Bernabeú debe ser un reseteo para los y las hinchas de River Plate. Cualquier palabra siempre nos llevará a aquel partido con Belgrano en 2011, a los años oscuros, a la decadencia dirigencial y deportiva del club que nuestros padres y abuelos nos contaban era orgullo nacional. 
Curioso, todavía Ponzio no levantaba la copa y a mis casi 30 años me entera otra nueva cosa de la familia: Mi abuela materna, que falleció cuando mi mamá solo tenía 15 años, era hincha de River. Casi 50 años después este soñador que creció con los goles de Crespo y Ortega - y que se ha ido asqueando del folcklore machista, misógino y homofóbico del fútbol, incluso en el proceso de detectar estas cosas en uno mismo- se fue metiendo de a poco en la final, con los empujes de Gallardo, un Napoleón que todavía no quiere su Waterloo, de ese león inmortal Ponzio, de los goles de Pratto, de la inteligencia de Enzo Pérez, del coraje de Nacho Fernández, de las disculpas a Casco, de las manos de Armani disfrazado de Fillol, de Maidana y Pinola corriendo como si fueran dos pibes, de Palacios y Montiel jugando como veteranos, de la magia de Pity. 
Pero Madrid guardará también en los recuerdos una jugada maravillosa, un gol inmortal, digno del Bernabeú dijo Víctor Hugo: Juanfer Quintero es ese gordito que querés como amigo siempre, porque sabes que nunca te va a dejar en banda. No sé, será que mi mejor amigo es así o que si fuese una película norteamericana sería él quien se vistiera de héroe en la última. Claro esta vez pasó también en la vida real. Juanfer le devuelve hermosura al fútbol, a ese maltrecho, golpeado y cada vez más aburrido fútbol. 
Es la alegría de los que comemos mierda, de los que siempre perdemos, de los gorditos del picado entre amigos, de los que sufrimos la burla y el desprecio. Es la apoteosis de los que nunca ganan diría García Márquez. 
En la corrida del Pity también. Allí corren las ganas de llegar para gritar gol y abrazarte con tu gente, con tu pueblo. Corrés vos y corren miles. Una corrida memorable que se recordará como en Rosario hablan todavía de la palomita de Poy. 
Pero de los tres el primero tiene un no sé qué distinto. El gol del discutido, puede ser. El empate merecido, también. Pero sobre todo la jugada del gol: La diversión con amigos, tocar y jugar, lo que nunca debió dejar de ser. Ese gol, para mí, sintetiza lo que perdimos cuando crecimos. Por eso el fútbol es y será de los pibes y las pibas, como las que festejaron con camisetas de la banda roja en las calles estos días. 
Hay una herida que comenzó a cerrar, al fin. Alguna vez River Plate hizo que volviera a desear que llegaran los domingos. Hoy River me hace volver a creer que después de la derrota solo queda ponerse a pensar en el siguiente partido. 
Y eso, claro, aplica a la vida misma.

Funeral II

No hay quien lo dude,
se llora se admira,
aquellos los días
no dejan espinas.
Entonces los mira,
aquel se despide
revive la vida
memoria bandida.
Sujeto de ida,
muchacho de día,
un rumbo camina
después otras vías.
Galopa la sangre
que nunca se acaba
no es seca ni fría:
tampoco respira.
Es parte del alma
la manta que calma,
ya nunca se acaban
toditas sus mañas.


Funeral I

Puchos en la pared,
margarita marchita,
la arena del tiempo,
contempla el pasar,
angustian las penas
que deben llorar
sus viudas despiertas
no pueden fallar.
La sangre revela,
en fiesta, la alquimia,
no dudan las moscas
pasando me avisan,
venganza dañina,
justicia divina,
se viene la lluvia
se marcha la vida.

sábado, 8 de diciembre de 2018

Fue una iglesia hace cuatro décadas,
un Judas de los setenta,
unas madres de dolor
y la noche más oscura en la ciudad más oscura.
Mártires que quisieron olvidar,
rostros que intentaron borrar,
uniformes y un ángel negro
apagándose con ellos el silencio.
Y fue luego lucha, pañuelo y rebeldía
para con aquellos que no debían olvidar,
30 mil y cuántas veces más,
como en la Santa Cruz, un fuego de nunca acabar.

Vida misma

La querés agarrar de la mano,
y se te escapa.
Volves a perseguirla,
pero otra vez se escapa.
Cuando se acelera,
ella vuela.
Cuando se vuela,
ella baila como la luz.
Pero siempre la ves,
nunca la podés dominar.
Siempre está ahí,
y a la vez siempre corre. 
No se mueve,
no se detiene.
Es un poco de arena entre los dedos.
Es agua que cae en gotas.

Una brisa de febrero que apenas se disfruta,
un día de una mariposa. 
Sabe escurrirse porque sabe decirse
que ya le dijiste que siempre la quisiste. 
Al balcón se asomó,
mirada perdida,
la joven Camila
no oyó el fondo.
Abrió sus brazos,
quizás sus alas,
vestida de blanco
solo podía volar.
Ni manteles,
ni cordeles,
ni todas las rosas
de otro Romeo.
Escucho unos temas de Fito Paez
hace varios días,
canción tras canción,
te veo con un clavel,
te sonrío
y hacemos las paces
para salir a jugar,
a ser,
tomar un vino
y volver.