miércoles, 28 de diciembre de 2016

El fondo de mi almohada

Se me escapa el sudor en las manos,
se recorren las grietas de mi piel,
el destino se hace vivo en tus ojos
y yo no puedo mirarte más.

Ahogo las penas en un vaso de silencio,
siento un calambre en las entrañas,
revivo pensando en lo dulce del olvido
floto con la esperanza en la cara.

No hay un instante de agonía en este cielo,
una mentira con piernas de gelatina
pero la gente baila y canta y se abraza y se hablan,
a eso le llaman un poco de paz.

Doy vueltas en la cama,
pensarte ya no es un castigo,
estas líneas son puro placer
hay una luz en el fondo de mi almohada.

No estas en ese pozo profundo,
hay miel y caramelo por todos lados,
un jazmín y un poco de cerveza,
una foto de cuando era un niño en brazos de madre.

En la almohada vuelvo a sudar,
hay un poco de calma alrededor,
se vienen los bellos tiempos por delante,
eso me trae un poco de nervios.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Hoy

Hoy te extrañe
Te extrañe un instante a la mañana,
un instante como el primer beso que diste,
como la primera recordada vez
que fundimos nuestros sexos en la sábana,
y me susurraste al oído una frase de rock and roll,
dios mío sabías que amaba ese detalle.
Fueron unos segundos de pensar en ti,
preguntarme si esa sonrisa estará intacta,
si se puede reemplazar el cariño
o escribir una poesía más bella
cuando se conoce a otra persona
y ese brillo despierta la duda si no estaré faltando a tu recuerdo.

A veces deseo que los instantes sean eternos,
como tu piel en mi piel
y tus labios pronunciando la canción
de la que nunca jamás nos vamos a ir
ni bebiendo ni gritando.
Deseo otro instante como aquellos,
aunque solo dure un instante,
que me sirva para dibujarte y así
pueda decirte una última vez
que nada jamás será como una mañana en tus piernas

viernes, 18 de noviembre de 2016

Tantos años después, compañero

Nos fuimos encontrando tantos años después
querido compañero de barrio y carnaval.
Los años nos moldearon inquietos y pacientes,
coloreando el sabor de la derrota y la injusticia.
Nos abrazamos en el frente de la marcha,
al paso del silencio del reclamo.
Las manos menos callosas que antes,
la mente más cultivada que en ese entonces.
Las huellas de las ollas y los guisos,
de las visitas por los pueblos y el mate bien amargo.
Puerta a puerta, queríamos llamar e invitar,
el clamor de los niños nos hacía llorar.
Tantos años pasaron compañero,
nos hicimos amigo y enemigo, respeto y olvido.
El grito siempre está al pie del cañón,
allí estuvimos para responder otra vez.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Ellos dos

Él le dijo que no podía arriesgar,
ella solo quería tejer y pintar.
¿Para qué vamos a hablar si sabemos
que nos volveremos a encontrar?

Ella lloraba siempre a la noche,
él pensaba en ponerse a escribir,
quizás una duda a la luna:
¿Se puede acompañar si se quiere sanar?

Y ellos estaban otra vez ahí,
en la niebla de los besos que amagaban,
callados en sus ojos y en su alma
diciendo qué otra cosa podemos hacer mañana.

sábado, 5 de noviembre de 2016

Gustar

Me gusta cuando no te das cuenta que te gusto,
cuando abrazas el cielo con tu pelo,
cuando enciendes la sonrisa en la luna
y yo me cruzo por el río a tu cintura.
Me gusta tu pañuelo y esa zamba,
el murmullo de los grillos en la calma
y el rocío en tu piel que me atrae
cual niño mientras bailas en la nada.
Me gusta que no me digas nunca,
que a veces olvides mi nombre,
sobre todo me gusta que te burles
y aflore la timidez de mi instante.
Me gusta que tu espalda sea horizonte,
que en acuarelas me imagine tus labios,
y aunque no pase de eso ni con tiempo,
no dejará de gustarme que me estés mirando.

jueves, 20 de octubre de 2016

María

María amaba y Juan golpeaba.
María callaba y Juan violaba.
María se dejaba, Juan amenazaba
María sabía que iba a cambiar. Juan volvía con más fuerza
María lavaba los platos, Juan bajaba su bragueta.
María quería gritar, Juan acabar.
María se humillaba, Juan se iba de putas.
María se lo buscaba, Juan castigaba.
María pedía permiso, Juan decidía.

María se cansaba, Juan podía avivarse.
María buscaba ayuda, Juan volvía ebrio.
A María no la escuchaba la familia, Juan seguro no era bien atendido.
María estaba sola, Juan se reía con los amigos.
María juntaba fuerzas, Juan era más poderoso.
María podía buscar a la policía, Juan los conocía a todos.
María se maquillaba más, Juan la amaba demasiado.

María no tenía marcha ni ley, a Juan ni le importaba.
María todavía lo amaba, Juan no quería cocinarse.
María temía por sus hijos, Juan también los criaba.
María vomitaba a la noche, Juan olía a pantano.
María no trabajaba, Juan quería dejarla en la casa.
María no se compraba ropa, Juan le conocía los gustos.
María quería decir chau, Juan le decía Putita.

María quería protección, ni forro usaba Juan.
María un dia se animó, Juan la castigó y la encerró.
María lloraba de dolor, Juan lo hacía por su bien.
María cargó de vuelta su valor, Juan esta vez no lo vio.
María quiso denunciar, Juan quería la cena.
María se fugó, Juan la buscó.
María escapaba, Juan tenía que enseñar.
María esta vez gritó, Juan la fajó.
María se defendió, Juan la incineró.

Por María nadie preguntó, Juan un pozo grande cavó.
A María después la encontraron, de Juan poco sospecharon.
Alguien dijo a María la mató Juan, otro dijo seguro por pasión.
A María nadie la reclamó, a Juan nadie lo juzgó.
María es una más, Juan es tantos otros.
María no debería ser una menos, a Juan la justicia debería llegar.

martes, 18 de octubre de 2016

En silencio sin saber

No sé escribir poesía de rimas doradas,
sé dedicarte largos y estrechos versos,
amargos y muchas veces oscuros,
no sé hacerlos de otra manera.
Versos turbulentos y dedicados,
pasiones en puño y letra,
razones para no verte más,
adicciones en el mismo ser.
No sé escribir cosas bellas para tí,
no sé decirte cómo has ido hoy,
no sé esperarte, tampoco desearte,
sé como mirarte y contemplarte.
No sé despedirme ni peinarme,
tampoco sé como agarrarme,
sé querida como pintarte,
como mancharte y lavarte.
Sé como poner un mantel,
preparar la cena y llevarte a correr,
también sé de vagar y penar,
ando con ganas de saber beber.
Y debo decir que no sé detener el tiempo,
o parar la tempestad de las pieles,
pero sé la caricia de porcelana,
que en silencio, sin saber, te mueres por tener.

Graffiti VII

Se apaga en la sombra de un naranjo en la siempre misteriosa Buenos Aires. Una esquina de veredas amplias y baldosas prolijas, de señora con balde un domingo por la mañana. Es barrio, es Barracas, es algo de nostalgia. Es un poco de recuerdo y algo de amargura:
Cuando tus luchas eran nuestras.

lunes, 17 de octubre de 2016

Tres

Tres años han pasado.
Tres primaveras esfumadas en el viento, desintegradas en las mentes que ya no recuerdan, desarmadas entre los dedos.
Tres días de la lealtad, palabra que semana tras semana cobra un nuevo significado. 
Tres años de mentiras encantadoras, fáciles instrumentos de seducción para las almas que de excusas saben un montón.
Tres años de tiempos con sonrisas apagadas y manos menos callosas.
Tiempos de pensamientos y tenebrosas noches de bohemia y cerveza.
Tiempos de preguntas a las cosas y el andar sin una brújula.
Han transcurrido tres que fueron todo y a la vez nada.
Un poco de arena en el reloj.
Una fiera volando sobre la hierba a toda velocidad.
Tres que siguen siendo un arcoiris hacia el horizonte en un cuadro.
Siguen siendo el vuelo de un cóndor, siguen siendo una voz en la cueva, siguen siendo algo que late, siguen siendo un camino, tormentoso y sinuoso camino. 
Han pasado tres años, menos personas y la fatalidad en el código, la traición y la confianza.
Tres años de fútbol y café también. 
Son tres años que parecen tres horas.
Tres esperando un juez que diga usted tiene razón.
Tres años en los que se extraña poco y se sufre menos.
Tres años en los que se pasa todo lento.
Tres años de soles amargos y tardes incoloras. 
Tres.
Solo tres.
Ya tres.
Tres estaban ahí sentados.
Tres miraron y se cargaron de odio.
Tres se excusaron.
Tres se cagaron.
Tres, un tribunal.
Tres, un trineo amagando sinceridad.
Tres pares de ojos que no decían nada.
Tres bocas que expresaban lo que hubiesen expresado mucho tiempo antes.
Tres manos sudorosas.
Tres gritos en tres gargantas.
Tres festejos, discretos, por las dudas.
Tres contra uno.
Tres que podían multiplicar por tres. 
Tres amigos esperando afuera.
Tres reclamos y tres confidencias.
Tres días de lucha.
Tres semanas de perdición.
Tres días en el jardín, tres cartas y tres excusas.
Tres tiros en la plaza.
Tres llantos. 
Tres años esperando. Algunos han llamado.
Tres todavía no lo hacen.
Tres las Marías, tres la trinidad.
Tres los deseos y tres las misiones. 
Tres maldita sea.
Tres.
Necesitaron tres.
Tres. 

domingo, 16 de octubre de 2016

Graffiti VI

Las nubes y el olvido lo tapan en la esquina de una calle de barrio en Villa Crespo. Un ciruelo también ayuda en la cruel tarea de dejarlo oculto a la vista de los caminantes. Dicen que en cualquier momento un negocio arrasa la esquina e instala un nuevo local de ropa o un bar con carteles que hablan de otro barrio. 
Por las dudas, en la pared del tiempo, todavía grita:
No es la cantidad, es saborearlos. 

Luna de 16 de octubre

La luna brilla eterna en la noche. Es una noche que no durará por siempre, pero ¿qué es acaso la eternidad sino una cuestión efímera? Se maravillan en la inmensidad de una luna pasajera pero eterna en las pupilas de quienes la miran.
La luna clama bondades. Pide esperanza. Regala los sueños.
Busca su amado sol en la espera de la noche.
Condenada a amarlo y esperarlo por los sacerdotes del pasado. Lo espera y le regala el firmamento para que lo riegue con sus rayos de luz. Cede su protagonismo para que las plantas y los niños lo alaben y lo esperen a él.
Pero ella está ahí. En el fondo sabe que sin su claridad no habría otro día, no habría febo ni nada más. Sonríe en silencio, en la oscuridad de una noche que solo ella puede cambiar. Hoy lo hace y brilla como nunca. La miran desde todas partes como cada tanto pueden hacerla.
Ella lo sabe. En el fondo lo sabe todo.
Y se deja mirar. Se deja contemplar, se deja enamorar. Canta mientras los amantes hacen el amor, mientras se cargan de energía y se animan a correr. Mientras besas la hierba desnudos, apenas iluminados por la luz que regala ella. Es una noche especial, lo saben todos. Como pocas veces, la esperan a ella y la desean. A él no lo quieren, no quieren que arruine la fiesta.
Ella piensa entre sus cráteres por qué ella es ella y por qué él es él. Por qué ella es la noche, la que parece vírgen y pura, y él es el vigoroso, el potente, el poderoso.
En definitiva, sabe, sin ella no habría otro día.

Ellos

Se cojen durante horas en un trance de música pesada. Como las drogas que consumen, como el adiós que se viene dentro de un rato, como la tarde bajo el sol y las frentes empapadas en sudor. Se aman atornillándose en el sexo del otro porque saben que es el adiós, como una larga despedida que merece el mejor de los finales posibles. Se besas cada lunar que tienen. Se muerden cada imperfección de la piel que conocen como conocen la palma de sus manos. Se succionan el cuello, se chupan y se vuelven a unir en un mar de saliva, sudor, lágrimas y rasguños. 
Se aferran para decirse adiós. Se atragantan para no olvidar. Se cuecen en el calor del otro para marcarse a fuego para siempre. Quizás incluso para otra vida que venga en camino. Se piensan a la par en un estado alucinógeno porque no es bueno mirar por la ventana. Se olvidan de ellos y del tiempo, de las nubes y de las canciones que escuchan en ese mismo momento mientras se cojen con fuerza y violencia. Se arrancan las pestañas mientras gritan con pasión. Se gimen mientras vibran en sus vientres. Y arremeten contra el otro cuando se dicen de todo. Se insultan, se besan, se escupen, se besas, se vuelven a decir de todo. Se pinchan la carne. 
Se comen.
Se saborean.
Se dicen te quiero.
Se golpean.
Se aman de nuevo.
Y vuelven a empezar antes de que el sol ingrese por la ventana. Antes de que los pájaros anuncien el final. Ese que ellos mismos no anuncian pero sienten en el pecho y en el sexo. 
Se miran, por primera vez se miran.
Se lloran
Se dicen te quiero, se reclaman, se perdonan.
Se despiden.
Hasta la siguiente noche. 

Colores

Hay colores que se pintan en el cielo,
aunque el pintor no pueda alcanzar
la magnitud del dios creador,
colores que no puede alcanzar.
Será el hombre quien pueda pintar
los colores que ni el destino pudo imaginar,
colores que se sienten, no se miran,
colores en el alma y la calma.
Hay colores de todos tipos,
colores que parecen fuego,
colores que se llenan de frío,
colores que no dicen nada de nada,
colores que son solo colores,
colores que pestañean el olvido,
colores que recuerdan el pasado,
colores que no son solo colores.
Y esos pintores de sueños y murales,
con sus colores llenos de tentaciones,
de morder, de matar, de dibujar,
se pelean por contemplar el placer.
Y no entienden de razones,
corazones que no saben adorar,
porque no se ama lo que no se pinta,
no se desea lo que no se imagina.
Ay de los pintores sin sueños,
condenados a repetir otras paletas,
ay de ellos y de mí,
que no puedo pintarte en ningún color.

Madre

Madre de las batallas,
de las canciones y los budines caseros,
del buen trato y el respeto mutuo,
de los corazones alegrados,
de la gente emocionada,
de los buenos días,
del mate amargo como manda el abuelo,
del silencio después de la cena,
de las aventuras de otros tiempos,
de las manos del trabajo,
de los pies de la lucha,
de la justicia en el hogar,
de la esperanza como motor,
de los deseos y sueños, y ganas y dolores,
de todas las noches un buenas noches,
de un saludo a toda hora,
de los días que se perdieron,
de la paciencia que perdona,
de las ganas de mirarte y abrazarte,
madre de todo lo que soy.

Las callecitas

Hay una calle abandonada donde parece sonar el tiempo, Pedro Aznar y la arena de los días y los relojes que corren con la velocidad del tiempo que quiere quedarse atrás para siempre. Corre como la luz, corre como el prófugo de la ley, corre como alergia en primavera. Corre y nunca mira atrás. Más que una calle es un caminito. Un pasaje perdido en la ciudad del humo y la contaminación. Las avenidas y los autos importantes parecen haberla olvidado, como el barrio, las costumbre, los buenos modales, la buena política y los saludos de domingo por mañana. Es un empedrado parejo, prolijo, coqueto ante los edificios que le dan la espalda. Le dan la espalda porque en los gigantes de cemento dar la espalda es lo más común. Lo más sencillo. Lo más fácil. Pasa con el pasado de la gloria que todavía resiste en esos adoquines viejos que iluminan las calles, muestra de los tiempos lejanos. 
Como esa calle abandonada pero llena de colores, triste pero llena de vidas e historias, debe haber otras tantas miles. Perdidas entre las ciudades y las velocidades con la que caminan las gentes de estos días. Condenadas a esperar la lluvia así, detenidas en el tiempo, con cien anécdotas y leyendas que contar. Esperando algún negocio inmobiliario que termine con tantos años de quedar en el paso del tiempo. Esperando desaparecer. 
O esperando algún turista que quiera retratar una foto o alguien que quiera rescatar del tiempo un poco de lo que fue, o lo que pudo haber sido. Son las callecitas que cantan en silencio. Son las callecitas que florecen hace décadas. Son las callecitas que fueron. Son las callecitas que quieren ser. Son un poco de todos. Son sus habitantes. Son su gente. 

Historia de los meses tristes

I
Apareciste una mañana con un mate en la mano,
una sonrisa pecaminosa y las manos temblorosas.
Eras un remolino en el mar,
un sin sentido apabullante dentro de ese mar.
Dijiste hola y me diste una guitarra,
no sabías ni un acorde pero sabías mirarme.
Tenías la cara llena de sol,
perseguías mariposas y sueños en el aire.
Eras la armonía de una melodía,
la canción de los reinos más lejanos.
Las palabras casi siempre nos sobraban,
el sudor de las pieles nos sobaban,
el sexo nos hacía animales,
y tu vientre así me descansaba.
Fue una tarde que siempre recuerdo,
los besos ya no eran merienda,
mas las lágrimas besaban mejillas,
y tu boca decía eres el amor de mi vida.
Miraban los grillos tu cabello,
pensaban los árboles tu instinto,
yo buscaba adivinarte en la mirada,
tu te callabas los labios y la cara.

II
Deseabas un juego perverso,
de títeres y toda mi devoción.
Andabas arrojando flores,
¿¡Cómo no imaginarte así radiante!?
Ya no podíamos juntar las manos,
el espacio en la mirada lo decía todo.
En las estrellas yo sospechaba,
amor ni siquiera escuchabas.
Contemplaba tu felicidad,
soñaba volar allí contigo.
Creía ver dos amigos en la charla,
bailaban dos desconocidos en la nada.
Espalda con espalda, ya pensaba,
es cierto nunca hubo nada.
Y dejé de pensar en la justicia,
como en esa hermosa compañía.

III
Dejaste de golpear la puerta,
pero tus golpes siguieron en la frente.
Dedos de algodón, corazón de pompón,
piel de gamuza, fiera de cerveza.
Un vacío en el granizo se hizo pecho,
se sintió en el codo del desamparo.
Tú no brindas esperanza, amada mía,
tú no cierras la puerta, querida.
Voluntad al costado del camino,
tempestad en cada grito al destino.
Tu manipulación y mi inocencia,
tu justificación y mi venganza.

IV
Vida mía, ¿Dónde estabas esta noche?,
se escapaban los gorriones en medianoche.
La luna sonreía y nos brillaba,
se regocijaba, se burlaba, se despabilaba.
Hasta los amigos hoy parecen traidores,
hasta eso te has llevado a la neblina.
Mañana lunes voy a escribirte otra vez,
versos tristes sin objetivo ni lector.
Yo juraba en tu sonrisa, creía en tu mejilla,
confiaba en tu lectura silenciosa.
Pero hoy no te imagino en esa silla
sentada pensando y mirando hacia la vida.
Te imagino con sus dedos en tu rostro,
secando una falsa lágrima de compasión.
Con su pecho justificado en tu alma,
con su cuerpo atornillado a tu seno.
Tu risa también la imagino,
cruel manifiesto de la belleza,
tormento en el eco de la noche,
mentirosa sensación de escucharte .
De sentirte respirar en la almohada,
de oir tus susurros caminar,
de volver a esperanzarme como un niño,
que vienes a matear otra vez.


viernes, 14 de octubre de 2016

Martina II

Martina no solía temblar por nada. Pero esa tarde estaba petrificada, sintiendo el vacío del aire que se cortaba en seco sobre su rostro. Sentía que se mojaba toda su piel, los labios secos y la inevitable sensación de querer mirar siempre hacia la misma dirección. Martina era un huracán hirviendo. Un cruce de miradas podía durar una eternidad. Y la eternidad era ese espacio entre ambas mirada.
Para definir en una palabra aquel momento, su mente hubiese divagado entre la tensión, los nervios, la intriga y la excitación. Será acaso que lo misterioso seduce, se decía Martina en sus pensamientos pero la verdad era que no tenía mucho sentido discutir con ella misma. ¿Acababa de ser arrancada de su mente sin darse cuenta? Para Martina la vida solía tratarse de momentos pero nunca uno así, tan desorganizado y confortante. 
Martina intentó decir una palabra, un sonido intimidante, algo que transmitiera -le hiciera sentir- seguridad. Solo podía suspirar y sentirse una niña de diez años. Pero algo debía hacer. En cualquier momento la eternidad se esfumaría delante de sus narices. 

viernes, 30 de septiembre de 2016

La manera de sentir lo que no se dice

Te siento compañera,
en las luchas y las vicisitudes,
en los debates de cada día,
en mi forma de decir te quiero
y en las caricias de lejía.
En la luna que se apaga,
en cada parte de mis manos,
en mi piel corrompida,
en mis ojos abandonados,
en mis entrañas devastadas.
Te siento compañera,
al desearnos la justicia,
al contemplar las maravillas,
al entender las agonías.
Te siento de mi modo.
Te siento y no te toco,
te respiro y no te oigo,
te trago y no te mojo,
te atraigo y no te hallo.
Te siento y no te nombro.
Que nazca una flor,
que lo haga de una vez,
que la sientas otra vez,
que el mundo lo pueda ver,
que así sea de una vez.
Te siento otra vez,
alejada en las aguas,
animada por las ganas,
y una simple fantasía,
de sentirte amiga mía.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Graffiti V

En Calamuchita hay un poco de todo. Hay gente maravillosa y la creación del arquitecto del universo brillando en su esplendor. Hay historias que cuentan las bocas de las personas y hay algo parecido a la pureza flotando en el aire. El valle es el centro de todo, quizás porque es todo. 
Y quizás todo era lo poco que tenía alguien en sus dedos y la pintura. El cartel se mantiene para todos y todos lo mantienen:
Si no somos, ¿Para qué ser?

Graffiti IV

Este ya no existe más. Existió alguna vez. Existió un tiempo. Se lo veía en una pared frente a una plaza, donde el sol lo golpeaba salvajemente todo el verano. No podía ser de otra manera que en Villa Gesell. Los turistas y los jóvenes no le prestaban mucha atención. Tampoco el temporal que se lo devoró sobre el terreno abandonado continuo. 
El viejo Ricardo, canillita eterno, de quien se dice lo ha visto todo, no gustaba demasiado de la frase:
Un poco de porro, rock ´n´roll y mucho de vos. 

martes, 27 de septiembre de 2016

Alguien hace tiempo

Hoy en los tiempos del enorme y profundo mar que es internet se puede encontrar de todo. Un poco de aquellos, un poco de esto, alguna pizca de recuerdos y esas cosas que van quedando olvidadas. Pinceladas del tiempo pasado cibernético, a la espera de algún arqueólogo de la web. 
Naufragando allí, se puede encontrar por ejemplo esto: 
El otro día me puse a pensar en todo lo que había pasado desde aquel 8 de enero y me di cuenta que cambiaste muchas cosas dentro mío. Me enseñaste tantas cosas… con vos aprendí a jugármela y disfrutar cada día como si fuese el ultimo, descubrí la importancia de la compañía, me ayudaste darme cuenta que mi familia es importante, que me necesitan como yo los necesito a ellos. Aprendí que dar es mucho mas gratificante que recibir, me ayudas a crecer, haces que me valore, me enseñas a ser yo misma, me haces sentir una mujer, me haces sentir viva.
También aprendimos muchas cosas juntos, como por ejemplo que hay que tener paciencia, que siempre vamos a tener dudas y lo importante es estar juntos, que los miedos nos paralizan y tenemos que pedirnos ayuda porque en definitivamente para eso estamos juntos, para ayudarnos. La inseguridad no nos sirve, por eso hay que superarla. Aprendimos a no dudar del otro, que cada uno tiene diferentes maneras de demostrar lo que siente y de amar, que el respeto es importante. Aprendimos muchas cosas pero nos quedan muchas mas por aprender, muchos miedos para superar, mucha inseguridad para afrontar, muchas dudas que sacarnos y aunque los dos sabíamos que no iba a ser fácil, que íbamos a tener muchas dificultades pero aun así elegimos estar juntos. Porque desde que estoy con vos todo es mucho mas fácil, porque siempre me alegras el día de una u otra forma, porque aunque peleemos, no aguantamos ni un día peleados, porque es evidente que te necesito, porque todo el mundo me dice que se me nota contenta y todo esto es gracias a vos.
Me haces sentir algo que hace mucho no sentía, esa felicidad de saber que hay alguien que piensa en mi, ese buen humor al levantarme sabiendo que te voy a ver o que voy a hablar con vos, ese sentimiento de necesidad por alguien que nunca había sentido.
Soy la mujer mas feliz del mundo.

¿Qué habrá sido de aquella niña?

Aviso

En una pared blanca, acompañada por un ombú que resiste al tiempo como la playa al avance del mar, alguien le dedicó a alguien unas palabras, quizás sabiendo que en algún momento del día, o en algún momento del futuro, se cruzaría con aquel pedido. 
La pared invitaba:
Si todavía deseas en el fondo de tu alma un poco de cariño,
si todavía te seduce que nos volvamos a conocer,
si todavía te nace preguntarme nuevamente mi nombre,
si todavía te excita comernos por primera vez,
si todavía te llaman las ganas de ver que pasa,
si todavía la duda despierta una vibración en tu vientre,
si todavía crees que estamos a tiempo,
si todavía piensas que en definitiva no hay tiempo,
si todavía sueñas conmigo de vez en cuando,
si todavía andas buscando con quién:
Deja un mensaje en mi teléfono. Uno que diga pasa por casa.
Y yo haré el resto. 

lunes, 26 de septiembre de 2016

Martina I

Martina no entendía de muchas cosas. Sabía cocinar un budín de vainilla único, sabía coleccionar tazas de té, tejer bufandas, escuchar a sus amigos y algunas cositas más. También se manejaba bien en su trabajo aunque todos los días pensaba que tenía un mundo por conocer. Algunos lugares del planisferios los conocía por sus viajes pero no conocía mucho de esos lugares. Martina conocía de los Beatles también y algunos detalles de escritores conocidos. Pero no mucho más. Martina era feliz así, humilde y sereno carácter, persona de voz suave y palabras elegidas siempre con precisión. Una amiga le decía siempre que en su simpleza estaba su belleza. Martina contestaba que mucho en eso no pensaba. La belleza es parte de las personas y a las personas no se las conoce nunca. Por lo tanto no se conoce la belleza jamás. Como tal no existe. Martina había pasado horas de tren debatiendo esa teoría, que más que teoría era sensación. 
- Los momentos lo hacen todo- le decía a cualquier que quisiera escuchar.
Martina tampoco tenía grandes problemas, quizás por su forma de ser o por su forma de usar palabras, o porque los problemas no gustaban de ella o por algún misterio. O porque iban a llegar todos juntos. 
Cuando se enfrentó por primera vez a la desilusión lo lamentó por el otro y lloró en silencio. Sin lágrima pero con el dolor vomitivo en el pecho. Cuando murió su padre se encerró tres días a fumar y escuchar Soul. Cuando la abandonaron, viajó. Y cuando la despidieron se compró una caja de chocolate que jamás probó. 
Así que ahí andaba Martina con el brazo tatuado y un vestido blanco cuando se enamoró. Dicen que no se puede detallar el momento pero ella se dio cuenta en seguida. Cuando vio la comisura de su boca mientras sonría. Ese fue el preciso instante. Martina no sabía de muchas cosas pero en ese segundo lo supo. 

domingo, 11 de septiembre de 2016

Cambio

Cambio una vida por volverte a cruzar,
por encontrarnos en el bosque,
enamorados de las alas,
encantados con la charla,
encendidos en la piel;
en silencio contemplarnos,
admirarnos y mostrarnos,
separarnos y volvernos a encontrar.

Cambio una vida por volverte a ver,
juntando flores en el inmenso verde,
besada por la brisa primavera,
esperando un caluroso octubre,
nostálgica y sensible, cálida y hermosa,
sin promesas, sin explicación,
cambio esta vida para que estés aquí.

domingo, 28 de agosto de 2016

"Ahora yo no sé si vas a poder leer esta carta, pero igual siento como una necesidad de decirte que yo contigo he sido más feliz de lo que en los libros dice que se puede."

Eduardo Galeano - La Canción de Nosotros. 

lunes, 22 de agosto de 2016

Pensando

Te estaba pensando otra vez. Como siempre te espero. Pensaba en los años y la música. Escuchaba un tema que se llama Las Cosas por su nombre. Me hace acordar a vos pero nunca lo escuchamos juntos. Será que al escucharla se me pintan imágenes en la frente: Luchas, esfuerzos, esas lágrimas juntos y los abrazos eternos, la caricia al alma, el aroma de tu pelo, conversaciones, frustraciones y deseos, el mate, el sudor de tu espalda, las meriendas en silencio, la playa en tu mirada, la piba tímida que conocí, la risa contagiosa, las películas nunca terminadas, la esperanza, la fortaleza, las ganas, una bocha de hockey, febrero en La Plata, un disco del flaco, helado derretido, café bien fuerte como desayuno, el truco, la primavera, el color azul, un plato inventado, la viola y Tracy Chapman. 
También reconozco que últimamente cualquier cosa me hace recordarte. Las nubes, el tren, un vaso de coca cola o un partido de Boca. Debo estar volviéndome loco. Ojala te pase lo mismo. No quisiera pensarme solo también en esto. Te extraña cada objeto sin valor de mi casa. Y sin embargo ahí está la madrugada otra vez. Y vuelvo a pensarte, en silencio en la soledad de los dos. Una falsa, por cierto. Pero a veces me tengo que mentir, sabrás y entenderás. 
Si te viera ahí, al final de la madrugada, saltaría sin dudarlo.

lunes, 25 de julio de 2016

Graffiti III

Este lo vi en una esquina de San Fernando, en un paredón de un descampado. Esos terrenos de pura maleza, abandono y desperdicio. De las mil dudas de los chicos de barrio que se preguntan ¿qué había antes acá? o ¿Harán algo nuevo aquí?
En la cal bajo febo reza condenando una frase: No se quiere lo difícil por desafío, se quiere porque no se puede. 

martes, 19 de julio de 2016

No se quiere lo que no se tiene porque sea un desafío, sino porque uno acostumbra a dejar una parte suya ahí. Pero el tema no es tener ni poseer ni querer ni nada que las canciones digan. 
Se trata de latir y acompañar, no hay nada más puro, simple, profundo, contemplativo, hermoso y peligroso. No se puede caer sino se saltó antes. 
En realidad todos los días me llevé desilusiones aunque hoy quiera gritar más fuerte, dentro mío claro, que me falló y todo eso. 
Deberíamos dejar un poco de lado las frases hechas y empezar a tomar más vino. 

Eso

Después de algunos días de intenso frío en cada uno de mis huesos y una soledad que golpea en los albores del alma, pude comprobar, espero perdones mi lentitud, que he llegado a comprenderte. He pensado en lo que solías pensar y me dispuse a respirar de la misma manera que hacías. El aroma de tu cabello en la brisa, la sensación de tu piel en mis manos y el sudor entre ambos. Son cosas que se vinieron a la mente como pedazos de la historia que nadie más contó. Algo que sabíamos y sospechábamos juntos aunque ya no hablábamos ni mateábamos.
Pero el frío y la soledad pueden ser buenos para eso. Para revolver en una olla de hierbas, gritos y un par de poemas baratos. Ahí pude comprenderte. Pude saborear como vos y otra vez te pido disculpas por haber tardado tanto. Lo que imaginaba como una noche con esos cabellos castaños llorando el abandono, lo que solo para mi podía ser eso, una triste hipótesis, ahora puedo decir es también parte de mi carne. Una parte desencantadora y tristemente seductora de mi alma que resopla en cada lamento por el minuto que no fue.
No son líneas de perdón sino de descargo. No son líneas de arrepentimiento sino de entendimiento. No son líneas de llamada sino de crecimiento.
Fueron años de silencio, de horizontes que parecían eternos, de no pensarte ni extrañarte. Fueron tiempos de alegrías, no voy a decir que no, y fueron tiempos de simpatía. Fueron buenos tiempos sin saber tu sombra, sin masticarte. Pero fueron y ahora esa triste melodía que tomaba por sorpresa tus lágrimas tienen un sentido diferente para mí. No me tocan como pájaros al viento ni como un Re Menor reiterado. Me tocan como el tiempo toca a las personas y las canas a los viejos. Como la abeja al polen y el sol a la primavera. No lo puedo evitar y por eso acá estoy.
Teneme en cuenta cuando leas esto y sabe que pude comprenderte al fin, que pude escuchar esa melodía y llorar en silencio. Todos lo hacemos una vez en la vida. Y no sientas lástima ni tristeza por este hombre encorvado de dedos temblorosos. Seguí con tu rutina pero si tenes algo de tiempo levanta una plegaria por mí, como en los viejos tiempos y volvé a amar de vuelta. Eso nos hace distintos.

domingo, 17 de julio de 2016

Todavía

Todavía me dan ganas de esperarte. Es una fuerza en las entrañas que no puedo controlar. Me nace sentarme y desear que aparezcas, que llames, que golpees a la puerta y a los vientos para confesarme que todas esas frases que escribes por ahí son para mí. No puedo evitar sentir la sensación vibrante de escuchar tu voz. No puedo evitar que se dibuje una sonrisa al recordar una tarde, ya no puedo evitar nada ni siquiera los insultos al aire cada vez que me respondo que te fuiste al fin.
Todavía te pienso cuando me levanto y te imagino en algún lado. Te imagino caminando bajo las hojas que te flotan alrededor en esa magia que provocas. Te imagino imaginándome y pensándome, diciéndote alguna reflexión sobre el orgullo, las drogas y la música. Imagino tus manos encantadas, tocadas por el frío de este invierno crudo, tiritando a la luz de la luna.
Todavía estoy acá, en el mismo lugar de siempre, escuchando la misma música, mirando las mismas películas, comiendo los mismos chocolates, congelado, estancado por la mínima esperanza que llames, por lo menos, para mandarme al carajo. Todavía te pienso en líneas que no escribo y en copas que se vacían angustiosas comprobando que la primavera siempre tarda y siempre tarda y siempre tarda el olvido.
Todavía veo fotos y te encuentro hermosa como siempre y te imagino sonrojada por mi ocurrencia, o enojada por mi insistencia. La gente dice que el tiempo viene solo y que la cura y que esto y que lo otro, pero todavía pienso que son solo palabras. Todavía pienso que no te conocen y que no saben que en el fondo estas pensando en correr hacia mi piel y mis ojos, y mi sonrisa que, todavía recuerdo, decías amar.
Todavía intento llamar tu atención. A veces me desespero elaborando un plan que pueda poner el grito en el cielo. Pero ya no hay plan ni cielo ni pan.
Todavía tengo la esperanza de encontrarte por ahí, entre la gente de la ciudad, en el andén del tren o sentada en una plaza mirando pasar la tarde. Todavía tengo la esperanza de encontrarte en alguna persona, de pensar así que solo fuiste imaginación, idealización, especulación.
Todavía sigo vivo pensando en cada día, no vuelvo la vista hacia atrás ni abro una caja de recuerdos todas las medianoches. Pero todavía estoy aquí, por las dudas.

domingo, 3 de julio de 2016

La frase

No estaba en ninguna pared de ninguna ciudad, no lo dijo ningún artista que conozca en alguna canción de medianoche. Tampoco se lee en poema alguno o en tapa de diario amarillista. No lo dice el horóscopo ni un libro de auto ayuda. 
Solo lo sé porque lo escuché alguna vez.
Se lo escuché a una señora en un geriátrico.
Era pura sabiduría aunque sabiduría a veces viene después de la soledad.
Hablaba siempre con voz pausada:
Si solo con un ¿Cómo estás? pensamos llegar al otro, la humanidad está perdida.

domingo, 19 de junio de 2016

Hoy

Me regalaste un caramelo en la mañana y nos prometimos más de una madrugada. 
Me pintaste la cara con esa sonrisa, me gambeteaste con cada caricia en el pelo, 
redujiste todas mis mañas, mis artilugios, en cuestión de segundos. 
Me ridiculizaste cuando me sonrojé por tu tímida mirada la primera vez que hicimos el amor. 
Pensaba cerrar el día diciendo que había vuelto a creer.
Pero cualquier palabra ya salió antes de tu boca. 
Todavía me resisto a pensar que ya descubrí el arco iris. 
Que el tesoro es tu piel. Que la lluvia sabe mejor en tu aroma.
Me resisto porque eso me sabe a final y contigo es recién el comienzo.
Contigo es canción el otoño.
Contigo me derrito en el vino.
Y no niego un miedo en la niebla, una tempestad de lo que pasó, un secreto en nuestras voces, la cálida sensación de la debilidad. 
De la maldita debilidad que me hace necesitarse cuando apenas te tengo.
Que me hace quererte cuando apenas te conozco,
y me hace desearte cuando ya te extraño.

miércoles, 8 de junio de 2016

El tipo que no entendía nada

Hoy pensé en levantar el tubo y llamarte pero me estaba olvidando que tu teléfono conmigo anda mal.
Pensé en llamarte a los gritos, desesperado pero cuando no se puede, no se entra en los oídos.
Pensaba también en dedicarte una canción, escribirte los versos más lindos que pudieran salir de mis limitaciones, componer la melodía más tierna, pero después comprendí que el arte no se regala.
Iba a salir corriendo a tu alcance pero ya estabas volando. Veía tu espalda a lo lejos y lamentaba lo que no entendía. 
Podía enviarte cartas y todas mis disculpas que no eran, y sin embargo solo éramos una caja de desechos y coas descartables. No se podía ser lo que no se era. No se podía ser lo que solo era un sueño de canción. 
Creía en meterme bajo la tierra, arrastrarme en tus instintos, despertar tu compasión, maravillar tu sonrisa y tu timidez, recorrer cada lunar de tu piel, pero ya no tenía sentido.
No tenía sentido cada instante ni cada movimiento. No tenían sentido las razones y los silencios, el fracaso arrogante y un destino agobiante. No tenía sentido.

domingo, 5 de junio de 2016

La carta

Dentro de 50 años vamos a volver a leer estas líneas y vamos a recordar juntos aunque sospecho que te vas a reir de mí porque siempre haces lo mismo, y después nos sentaremos a dibujar y pintar, quizás algo de música también, algo de literatura que nos perderemos y demases vicios de la vida compartida. 
Ah y no te olvides de que cocinaremos juntos, con todo el tiempo por delante, alguna de tus salsas favoritas, pero con menos condimento porque no sé si podremos comer como solemos comer en estos días. 

Así le hablaba Carlos a su compañero Oscar en una carta que le había alcanzado Sofía, amiga de ambos. Estaba fechada el 4 de septiembre de 1977. Un día después a Carlos se lo llevaron y desapareció para siempre. 

sábado, 4 de junio de 2016

Miramar

En Miramar también, más al sur, se encuentra el bosque energético. Orgullo local, nombrado como un vivero y hogar de muchas historias. Lo de energético no es marketing. Si pones una rama de manera horizontal sobre otra vertical la primera no se cae. Se mantiene. Como si una energía la hiciera hacer equilibrio. Magia, campo magnético, energía, extraterrestres, cementerio indígena, portal interdimensional, un meteorito alojado allí. Los rumores se multiplican como también los visitantes. Las ramas puestas como cruces se acumulan por el monte. La gente lo hace por diversión. O por ritual. O por curiosidad. O por mira si no lo hacemos. 
Dicen que una vez un grupo de científicos fue a investigar el fenómeno. Lo hicieron en una zona que se llama Bosque Oscuro. No pudieron determinar por qué ocurría. Dicen que una vez Albert Einstein caminó por allí.
El misterio de las ramitas no tiene explicación. Y en el fondo, la gente del lugar no quiere que la tenga. 
La luz en el bosque apenas entra. Las copas de los árboles no la deja. Solo hacia el atardecer algún rayito de sol llega a besar la turba. Y a medida que se entra en él, el sonido también parece ir apagándose, bajando el volumen. La vida se pone en silencio y las personas se sientan y respiran el aire oscuro. Están pero no están en el mundo.
Quizás ahí está la explicación a eso de energético.

Graffiti II

En la ciudad de Miramar cuando sopla el viento, lo hace en serio. Y de tanto viento vuela polvo y arena, y a veces desgasta las paredes. En una esquina cerca de la orilla, con olor a mar, con esa sensación de que todo lo rodea el mar, saqué una fotografía hacia la zona cercana al muelle. Donde quedan los escombros de algunas viejas casas y edificaciones, o eso me contó una vez una doña del lugar, letras que dicen en la pared sobreviven al beso del mar y la crueldad de la sal. 
Esperan y bailan con el canto del Atlántico.
Son testimonios de personas que anduvieron por ahí. 
Escribieron, se divirtieron. Bromearon. Quisieron dejar algo a los que vengan.
Una de esas frases dice: En Miramar y en vos fui feliz

Ali

Porque sus antepasados no fueron libres, él quiere serlo.
Porque tampoco pudieron llamarse, él eligió su nombre.
Porque lo negro dicen que es malo, a callar no lo llamen.
Porque la guerra mata inocentes, allí no lo llamen.
Porque le quitan todo, él lo recupera.
Porque lo respetan los rivales, su leyenda se agiganta.
Porque lo sigue la gente, su leyenda se profundiza.
Porque la experiencia vale oro, pelea mejor que nunca.
Porque el oro así no vale nada, arroja su medalla al agua.
Porque hay que aguantar en el ring, lucha hasta el final.
Porque flota como una mariposa, pica como una abeja.
Porque es el mejor de todos...

Ali vive en las banderas que él mismo levantó.

viernes, 3 de junio de 2016

Ni Una Menos

Por un lado o por el otro comienzan a llegar. Llegan las agrupaciones sociales. Llegan las ONSG y llegan las parroquias. Llegan los bombos. Llegan profesores y estudiantes, con cuadernos y libros en sus manos, con las mochilas llenas de sueños. Llegan mujeres de todos lados. Llegan periodistas porque no pueden no verlo. Llegan banderas políticas de todos los colores. Llegan mensajes de todas partes. Llegan trabajadores, médicos, abogados, arquitectos, ingenieros, llegan las ganas de luchar, también llegan los artistas. Llega la música. Llegan hombres que dicen ya no más. Llegan las familias y también las maestras. Llegan las fotos de las que no van a llegar porque las fueron.  Llegan las adolescentes cantando y gritando, y sus amigos varones llegan a su lado sonriendo y levantando pancartas. Llegan las madres, las hermanas, las tías, las abuelas, las novias, las compañeras de trabajo. Llega el mensaje, que llegue a más lados. Llega la gente. Llega el pueblo. Llega el reclamo, llega el ansia de libertad. Llegan las ganas de justicia. Llegan las palabras que no se decían. Llegan las voces. Llegan y llegan y llegan. Llegan y copan las calles. Llegan y copan la plaza. Llegan y se siente. Llegan y que se haga sentir. Llegan y no van a callar.
Llegan y gritan: Ni Una Menos.

Un diario

Las bombas habían arrasado la ciudad. Lo que antes era prosperidad y plazas ahora era escombros y polvo, desolación y muerte, olor a tragedia y niños huérfanos. Soplaba el viento que trae dolor y sonaban de lejos todavía las sirenas. En una casa derrumbada, víctima de un incendio, encontraron un diario. 
El diario apenas se leía. Estaba quemado. Arruinado. Destruido. Tenía hojas arrancadas. Se deshacía en las manos. Algo se podía leer. Apenas algunas líneas que habían luchado contra las cenizas.

21 de febrero:
Apenas te fuiste, te extraño. Apenas te pienso, te extraño. Apenas te deseo, te extraño. Apenas me despido, te extraño. 

23 de febrero:
El día se muere en una penumbra. ¿Por qué será que a veces creemos que se es en el otro? ¿Por qué será que nos creemos...

27 de febrero:
Muere febrero y se muere la paciencia, se mueren las flores, las abejas que se nutren del polen, las mariposas que besan los pétalos, las ganas de escribir unas tristes líneas y llamar tu atención. Tengo ganas de inventarte un nombre y llamarte a lo lejos, con un grito, para que te des vuelta sorprendida y busques con tu mirada a ese loco que te busca desde lo lejos. 

4 de marzo:
Pasan los días y me quedan tus besos.

12 de marzo:
A veces me pregunto si una hora dura siempre lo mismo. Creo que Einstein decía algo así (...) porque un minuto se traspasa con la piel pero esos segundos no quería ni mirarlos. Podía mirarte durante horas pero no podía sostener tu mirada por más de un instante. 

19 de marzo: 
Llega la medianoche y me veo en el espejo. No entiendo lo que veo. Me confundo en los quejidos que vienen de la otra habitación. Nos invade el miedo y a mí más la incertidumbre. 

27 de marzo:
Hoy salí por la ventana y grité Dónde estas bien fuerte. Me contestó un perro con hambre. Pensé en vociferar de vuelta pero ¿qué sentido tiene?

3 de abril:
Quería tocarte y no podía. Quería soñarte y me despertaba. Quería besarte y me vomitabas. Quería excitarte y me rechazabas. Te (...) botella de vino (...) besos desesperados (...) jazz (...) en la almohada nos arrancábamos.

11 de abril:
Me puse a escribir un verso que decía te quiero musa de mi música, flor compañera, amiga de la lucha. No supe como seguirlo (...) 

18 de abril: 
Hoy cuatro nenes jugaban en la calle. Se divertían, polemizaban, se peleaban, se gritaban, lloraban, se reconciliaban, volvían a jugar. Saqué mi cámara y los retraté. Me parecía una imagen hermosa. Me conmoví. Los envidié. 

25 de abril:
En el desayuno quise alcanzar un lunar en tu mejilla. Me vuelve loco. Encanta y fascina. En ese detalle está la belleza, la locura, lo todo del mundo. (...) Tomo ginebra para dibujarte y tomo champagne para volver a escuchar tus gemidos en mis oídos. 

29 de abril:
¿Para qué estamos en el mundo si no es para ponerle algo de locura? ¿Esta? me decías vos y señalabas por la ventana. 

3 de mayo:
Hoy siento que siempre es invierno. Nos fuimos a la guerra y nos acostamos. Siempre hablábamos así porque nunca entendíamos a las palabras (...) qué pecado pensar que somos máquinas que aprietan gatillos (...) qué pecado no decirnos (...) qué pecado no saber disfrutar (...)

10 de mayo:
Mayo es una mierda, siempre lo dije. Los minutos tuyos cada vez son menos. Ya no tomo porque no consigo. No tengo dinero. Solo tengo sirenas. Caminé hasta pensar (...) me angustian esos niños. Hoy solo vi tres (...) las hamacas de la plaza lloran a las diez (...) la sombra de un árbol (...) fumé hasta toser. 

16 de mayo:
No escucho nada alrededor. Tengo un zumbido que vibra conmigo en compases todo el día. Espero un rayo, un zas del cielo que me despegue de acá. Aterrizar en tu entrepierna es mi deseo (...) me pierdo en mis divagues (...) si me embriago es peor. Una vecina me retó porque (...) anda a la puta que te parió (...) no vuelvas (...) sepa disculpar (...) borracho (...) falopera.

20 de mayo:
Escuché tres horas Frank Zappa y se cortó la luz. No volvió más. No hay agua. No hay nada. Solo ruido, estruendos. Si estuvieras acá diría que te vayas. Si no estuvieras, diría que vuelvas. 

26 de mayo:
Me alimento a tabaco y latas de atún. Me grita el estómago y las articulaciones. (...) ayer soñé con una primavera en serio (...) 

29 de mayo:
Nada. Silencio. Nada. Vacío. Nada. (...) vuelve atrás (...) sonrisa de hojalata (...) te imagino, te imagino siempre (...) 

1 de junio: 
Va cayendo todo. Se cae el mundo. (...) y si alguna vez sales de imaginación y decides buscarme, lee esto por favor y piensa en mí, piensa en mí pero no lo hagas en estos escombros, piensa en mí en primavera por favor. 

martes, 31 de mayo de 2016

Sudestada

Cuando el río sube no hay tiempo para nada. Porque rápida es la naturaleza cuando tiene que cumplir con sus fuerzas y sus leyes. Y porque rápido se mueve el agua que se mete por la paredes, por las grietas, por los cartones, las chapas y hasta por el techo.
El viento del sudeste es el que eleva las alturas del río y los habitantes del barrio San José en San Fernando lo saben mejor que nadie. Sube la marea y no hay tiempo de nada. De salvar algunas cosas o de prepararse o de pedir ayuda. Para lo que siempre hay tiempo es para escuchar promesas de viviendas porque la sudestada en barro se sufre peor. 
El miedo es respeto y el respeto se confunde con miedo, se abrazan y tiemblan a la par porque flotan juntos en el río. Flota la basura, la ropa, los electrodomésticos y todo lo que pueda. Se reza para que corten la luz. 
Los vecinos tienen una calle sin cartel. Una que nadie vino a nombrar. Y alguien propone, como símbolo de respeto y miedo, como una ofrenda al dios de las mareas, llamarla Sudestada. 

Saciados

Cuando saciaron sus ganas se dieron cuenta de todo. Vieron los países que habían visitados, los lugares en donde habían hecho el amor, las manzanas que habían comido de los árboles, las fotos, las postales, los paseos, las pocas veces que habían parado en un aeropuerto a comprar recuerdos. Se acordaron de anécdotas, borracheras, dolores de cabeza, libros y los lugares que eran más de ellos que de los otros. 
Habían comido, compartido, dormido, habían estudiando, comprendido, se habían sorprendido y se había gritado con todas las ganas. Un café en París, una noche en Viena, sexo en Venecia. Un auto oxidado en Medellín y una picada en Tandil. Un mate en cada plaza y un vinilo en cada disquería que habían encontrado.
Cuando saciaron sus ganas ella le dijo a él:
- Mira si no te hubieses animado a desearme de vuelta.

lunes, 30 de mayo de 2016

Graffiti

En septiembre de 2010, caminando por las calles de Madrid encontramos una esquina de vereda amplia y baldosas olvidadas. Bajo un cartel que anunciaba una obra y con las grietas mordiéndole los tobillos un graffiti rezaba, gritaba, imploraba:
Vuelve a mi vida por favor. 

Cuento IV

Pero cuando dio el paso, cuando se inclinó con el cuerpo hacia adelante, hacia él, Martín reaccionó, por primera vez en la noche cambió su postura y dio un paso atrás. Como un perro que encuentra a su amo enfurecido. Había estado esperando ese momento desde hacía un tiempo. Belén quedó a mitad de camino de un paso, entre un instante y otro, como en un amague congelado, pensando en ese movimiento torpe. Volvió a su posición original y a sus pensamientos. Me tiene miedo concluyó Belén porque otra cosa no podía ser. Quizás tenía miedo de que no responda o nuevamente no lo escuche, algo que en realidad ella pensaba hacer. Siempre con esa necesidad de querer hablar todo y encima hace frío y no comí nada, y me duele la pansa de frío y más frío...Belén no dejaba de pensar que en cualquier momento se convertiría en Martín de tanto quejarse. 
Aunque todavía no había convertido ninguna queja en palabras. No por ahora se convencía en secreto. Pensó en intentar a la fuerza volver a abrazarlo pero no le salió, pensó también en decirle algo, en gritarle, en mandarlo al carajo y decirle que la respete y que regrese cuando terminara la escuela secundaria. Martín si fuese ella solamente se pondría a cantar Slipping Away. Pero gracias a dios ella no era él. En ese momento sintió que tenía frío hasta en el pelo y que lo mejor era irse a algún lugar calentito. De hecho la casa de Martín no estaba lejos. Se imaginó allí, pegada a la cama por varias horas, comiendo chocolate, saboreando algún licor artesanal, mirando alguna película de mala calidad en el cable, debatiendo sobre metafísica, mirándose en silencio, se imaginó durmiendo sobre el pecho y el respirar de él y hasta ardió levemente al pensar en algún deseo que le surcaba la piel. Podían olvidarse de todo de una buena vez y tomarse de la mano e irse caminando. No había llevado la bicicleta porque no le gustaba usarla de noche y además últimamente estaba muy cansada casi a cualquier hora. Martín caminaba a todos lados siempre. Pero no le importó, podían irse caminando los dos, incluso hablando de algo pensó Belén, de esas cosas que él siempre quiere hablar. Podían tararear alguna canción o parar a tomar un café, el más caliente y fuerte que se pudiese imaginar porque además de frío, hambre, fiaca y vergüenza, también tenía sueño. 
Solo faltaba que Martín cambiara esa cara, esa mirada tan misteriosa que no terminaba de entender qué significaba porque seguro ni él sabía la explicación. Por lo menos ya había cambiado la postura y había demostrado que tenía sangre. Ahora solo faltaba que borrara esa mirada, que dijera algo más que ese discurso suelto de palabras que ya había dicho otras tantas veces, que diera un paso y listo, otra cosa, ya podían olvidarse del asunto e irse a comer chocolate y tomar café. Mañana sería otro día, ya no estaría de mal humor ni histérico, entonces recapacitaría, le hablaría al caer la tarde -siempre lo hacía a esa hora- le pediría perdón e intentaría finalmente comprender. Ella suspiraría tranquila y se prepararía el té a las seis porque a esa hora la llamaría o golpearía a la puerta de su departamento. Si Martín lograba superar ese desafío...
No había pasado ni un minuto de todo ese instante, de toda esa fotografía helada que estaban retratando los dos en esa noche y Belén pensó que ya estaba impaciente. Esperar no era para ella. Y no podía soportar toda la situación ella sola. Martín no hacía nada, solo estaba ahí con esa mirada perturbadora. Había dicho algunas palabras, sí, es cierto pero nada más. Quizás esperaba una respuesta de ella, algo concreto, como siempre esperaba como si fuese una oradora profesional, como si solo se charlara a través de discursos largos y eternos. No señor. Ella había intentado acercarse, besarlo, abrazarlo y mimarlo, pero él solo había dado un paso para atrás. Milagros no hacía y no tenía ganas de aprender a hacerlos.
El frío siempre le había parecido triste, así que pensó que seguramente por eso empezaba a sentir que le nacía una tristeza profética desde el vientre. Se le angustiaba la garganta y las cuerdas vocales y pensó también que seguro por eso no le salía ninguna palabra. Si lo hubiese hecho seguro hubiese balbuceado porque tiritaba. Y le temblaban las piernas como una bandada de pájaros que vuela antes del terremoto o la explosión del volcán.
O Martín decía algo más, como tarde o temprano siempre hacía, o ella iba a congelarse, aburrirse y marcharse, sin decir nada.
Entonces Martín cambió la mirada. El instante que apenas transcurría se reconvirtió con su nueva mirada que ahora parecía resucitar. Belén hasta creyó ver un resplandor en sus ojos. Él dio un paso hacia ella como para acercarse más y hablar en voz baja. Era la voz más dulce que había escuchado en su vida.
Llegué a la noche 99 dijo con firmeza. No puedo esperar otra noche más. Y se dio media vuelta para irse por la calle de adoquines antiguos.
Belén no se movió. Martín se había ido y ya había desaparecido en la noche. La esquina de esa bonita plaza era una postal solitaria, tanto como ella. No había podido reaccionar mientras él soltaba su cataratas de frases, porque en realidad había sido eso y no un par de palabras sueltas. En sus pensamientos y conjeturas no había escuchado. Intentó recordar algo de lo que le había dicho pero no podía recordar nada salvo algunas palabras sueltas. Fin, punto, pasión, despedida, golpe, historia. ¿Y lo demás? No lograba recordarlo y la historia del soldado y la princesa comenzaba a tener otro sentido para ella.
La noche era más fría que nunca y Belén pensó que la bicicleta al final no era ella. Cielos, nadie nunca puede ser una bicicleta. Es más que eso. Y una lágrima recorrió su mejilla mientras intentaba recordar todavía qué otras cosas le había dicho Martín mientras ella se nublaba en sus pensamientos.
Y el instante dio paso a otro instante. Porque la vida es eso, una seguidilla de instantes. Y muchas veces los detalles más importantes de la vida pasan en los instantes más pequeños.

domingo, 29 de mayo de 2016

Cuento III

La noche le hacía el amor a la luna y Martín contemplaba el instante, el espacio entre ambos y la nada misma con esa mirada tan extraña. Belén había recordado la vieja historia del solado porque sí. Solo se le había venido a la mente en un chispazo. Como un relámpago de sinapsis subjetiva que elige el cerebro para llevar y traer algún recuerdo. La mirada del hombre que tenía enfrente era tan extraña, tan lejos de lo que él mismo era siempre que de alguna la perturbaba pero no sabía por qué. No decía mucho y tampoco parecía que fuese a romper en llanto o a temblar a la par del frío. Sin embargo había algo ahí, algo en como parpadeaba de manera tan lenta, algo en sus pupilas, algo en ese brillo en la retina. Algo de todo eso, o todo es junto, la preocupaba. Una advertencia que no estaba logrando escuchar. 
En el verano Martín había sido un manojo de nervios y reacciones exageradas. No se podía hablar con él porque siempre quería pelear, levantar la voz y tener la razón. Ahora estaba ahí, callado, después de todas estas semanas ahí, callado, nada más, sin palabras salvo esas pocas que habían cortado el filo de la oscuridad. En el verano las cosas se habían ido al carajo, pensó Belén, pero él no había sabido manejar nada. Hay que saber manejar y entender la bicicleta para no irse directo al piso al no comprender el manubrio. Y Martín siempre quería hacer todo a la vez, como un nene de cinco años que no termina de comprender el mundo pero necesita a su madre al lado sí o sí. 
El verano se había desvirtuado en esas interminables semanas de nada. Había salido de las ideas de ella misma y no parecía una mala idea. Cielos, Belén de vuelta se encontró hablándose a sí misma mientras duraba el instante de la vida y diciéndose que lo mejor que podía haber hecho era proponer esas semanas. Algo de paz se cantaba. Y había funcionado bien. Pero él quería charlar, quería cantar, quería besos, caricias, un viaje, que baje del balcón. 
No siempre las cosas caminan bien se justificaba ella. Había sido lo mejor, ¿Por qué le costaba tanto llegar? No es que fuese un libro muy difícil, un Rayuela de capítulos a ordenar o una ópera compleja para un oído inexperto. Pero él tenía ese maldito vicio de alargar las películas hasta el letargo. También tenía el vicio de comerse las uñas, de adelantarse a todo y había tenido el vicio del pucho en otras épocas. Belén se lo había quitado, lo había cambiado. Y también sabía que lo hacía reir, lo hacía componer y hasta estaba más flaco. ¿Por qué entonces solo se quejaba?
Porque eso hacía Martín en los últimos meses de sus vidas juntos. Por qué esto, por qué lo otro, por qué no hacía tal cosa. En realidad no eran tantas, pero a Belén le parecía que sí, que era insoportable, por eso se encerraba en sus pensamientos, no contesta y la realidad es que, con el tiempo, tampoco escuchaba. Para escuchar las mismas cosas una y otra vez es mejor tararear internamente una canción y listo.
Ahora estaba ahí, parado con esa mirada extraña. Sus ojos la veían pero no la miraban. De hecho parecía que no miraba nada, que estaba ahí flotando en la noche, en la niebla y en el frío. Flotaba como esperando que el tiempo aparezca, que pase algo, que ella dijera algo, flotaba como deseando no estar en ese momento o como si lo rodeara montones de algodón y nieve. Un te extraño no tenía sentido pero tampoco lo tenía ese silencio. Había llegado el momento de intentar algo, de soltar una palabra para cortar ese momento tenso y responder a las palabras sueltas y sentidas que había dicho Martín un instante atrás. Algo había que responder, había que devolver alguna frase con una raqueta o con un insulto, pero algo había que devolver.
A Belén el pesaba la noche y el cansancio pero sabía que algo tenía que decir, aunque sea para cortar esa mirada tan ausente de Martín, esa mirada que decía pero no decía, esa mirada imposible de descifrar. ¿Estaba jugando al misterio? No lo sabía. Pero lo que sí sabía es que algo le decía que tenía que hablar, alguna palabra, alguna frase, algo. O por ahí podría no hablar, podía callar e intentar solucionar todo como otras veces: Acercarse y besarlo. Sí, se dijo Belén en sus pensamiento efímeros y eternos, tengo que besarlo, cruzar mis brazos sobre su cuello, mirarlo con ternura y besarlo. Si la amaba iba a entender todo lo que había pasado, iba a entender ese beso, ese gesto, ese momento de calor y placer momentáneo, iba a entender que tenía que entender, acompañarla esperarla y que ya no podía seguir enojándose porque ella no hacía lo que él esperaba.
Sí, se repitió Belén, voy a besarlo, abrazarlo, colgarme de su cuello, cruzar su mirada con la mía y volver a abrazarlo y besarlo. Voy a decirle que tiene que calmarse como el mar en la madrugada después de la tormenta, y así íbamos a volver a ser. Él seguía igual, ahí parado lo demostraba, pero ella se sentía diferente. Él tenía que entenderla, tenía que callar algún insulto al aire y entenderla. Y así iban a poder volver a ser.
Así que sí, se repitió como un mantra Belén, voy a acercarme  y voy a besarlo. Y así lo hizo.

sábado, 28 de mayo de 2016

Cuento II

Martín solo la miraba. Los momentos de ese segundo parecían toda una vida y cada palabra que se dijera ahí, pensó Belén, podía quedar tallada para siempre en la piedra. Ella sabía lo que pensaba Martín, porque siempre lo sabía, porque lo adivinaba en el parpadear de sus ojos o en la mueca que hacía con los labios cuando se callaba alguna verdad. Últimamente sus verdades eran todos cuestionamientos. Si se los callaba mejor, aunque sabía que le hacía mal por esa mueca que hacía con sus labios. Pero bueno, pensaba Belén, él debe estar adivinándome todo ahora. Debe estar atento a mis manos porque nunca las puedo dejar quietas en momentos como este o mi cuello que se tensiona todo. Martín conocía cada detalle de ella y seguramente también podía darse cuenta si estaba nerviosa, enojada, ofendida, molesta, incómoda, histérica o todo eso junto en una olla a presión.
Algo de eso pasa con el tiempo y las rutinas. Se conocen, se enamoran, se desean, se transpiran y se encienden fuego en las sábanas, se siguen conociendo, se desencantan, se reconocen, se adivinan, se piensan, se anticipan, se callan, se duermen, se mueren. Si se pudiese resumir, más o menos sería algo así se decía Belén algunas mañana cuando abría los ojos antes de comenzar el día. Martín arrancaba antes y la dejaba durmiendo un rato con el mate preparado en la mesa de luz. Era un gesto de amor que después solo era de ternura y ya se había convertido en solo un gesto. 
Un viento sopló desde el norte y en un instante pareció que el clima descendía su temperatura varios grados, sobre todo en los blancos rostros pálidos de ellos dos. Belén solo podía girar su cabeza en una negativa que iba a la par del silbido del viento que ahora volvía con fuerza entre ellos dos. Hacía frío y cada vez era más real y en el espacio entre sus miradas se formaban estalactitas.
Belén se sentía como en esas mañanas que se moría de ganas de tomar su bicicleta y salir a recorrer la ciudad mientras escuchaba Learning To Fly. Tom Petty era su compañía perfecta entre pedaleo y pedaleo, así podía volar su mente, distraerse de todo, inventar alguna poesía que siempre se la guardaba para ella y olvidarse de las penas. Martín la esperaba siempre con una disculpa y un Malbec. Maldito Martín, sí que la conocía y muy bien, no solamente como otros hombres en la vida de ella. De verdad que la intimidad de uno se pierde, pensaba ella mientras pedaleaba ya sabiendo lo que iba a suceder cuando volviera a verlo, se vuelve un bien cada vez más preciado.
Ahora volvía de su viaje por sus pensamientos y memorias en cuestión de micro segundos y ahí estaba Martín, con esa mirada diferente, frente a ella, habiéndose despedido para siempre como así habían hablado sus propias palabras. En el primer micro instante ella no le había creído porque cómo iba a creerlo por enésima vez si esto ya había pasado antes. Una vez había sido a los gritos, cansado de no sé qué, otra había sido por carta, otra alcoholizados, otra en la cama, una vez incluso se había despedido por teléfono. Siempre volvía a ella. Y ella, en el fondo, lo agradecía mientras suspiraba aliviada.
Y ahora esa mirada, ese brillo extraño en los ojos, esa parada misteriosa casi con los hombros caídos, abatido, el pelo despeinado y las zapatillas mojadas. Las palabras habían sido secas y rápidas. Fin, punto, pasión, despedida, golpe, historia. Tenían sentido y a la vez no. Como los dos pensó Belén mientras escuchaba el recitado. Cada palabra hacía nacer también el típico humo que sale de las bocas producto del frío. Y el farol de esa plaza junto al que estaba parado Martín lo hacía parecer un Humphrey Bogart, solo le faltaba un sombrero y un cigarro.
Él escribía y contaba historias, porque amaba las historias decía siempre pero no amaba la historia en general. Belén gustaba de ambas cosas pero le costaba leer o escuchar sus historias sin pensar si había algo de ella en sus personajes. Algunas no eran de él pero las repetía porque le fascinaban. Una de esas la había repetido hacía unas semanas, la última vez que se habían visto, en una charla de bar, entre un café y algunos reproches. Era una historia de una vieja película, Cinema Paradiso, que contaba la historia de un soldado y una princesa. El soldado se había enamorado a la primera vez que la vio pero sabía que no tenía muchas oportunidades de alcanzar a estar con ella. Pero se había animado y le había prometido esperarla durante 100 días y noches bajo su balcón. Y ella, sorprendida ante tal declaración de amor, había aceptado diciéndole que si lo esperaba todo ese tiempo bajaría de su balcón para estar con él y abrazarlo. Y así el soldado esperó durante días, durante noches, bajo el sol, la lluvia, la nieve y la mierda de las palomas, y ella lo miraba y él esperaba y esperaba. Y cuando llegó la noche 99 el solado se levantó y se marchó para siempre. 

viernes, 27 de mayo de 2016

Cuento I

Martín pensó en una vieja noche de placer y entre humo de cigarrillo se despidió para siempre. En el fondo, lo sabía Belén mejor que nadie, no se le podía creer porque tantas otras veces había dicho las mismas palabras. Pero ella esa vez pensó en algo diferente, en un detalle que pasa desapercibido para la mayoría de las personas, sin embargo para ella no, quizás por su mirada detective o porque se aburría de las cosas principales.
Sus ojos, se decía Belén, sus ojos brillan como un pálido reflejo de la luna triste de abril sin poemas, calor y sol. En esos ojos estaban todos los problemas y todas las verdades que Martín, en un intento desesperado cual torbellino, buscaba esconder a toda costa. Pero Belén lo conocía, lo conocía muy bien, con todo lo que eso significa ya que nunca termina de ser bueno que alguien te conozca, profundamente porque de alguna manera es como el fin de la intimidad. Ella sabía que él podía intentar esconder detrás de esos ojos marrones todo lo que quisiera pero de su perspicacia no iba a escapar. Sus ojos, volvía a decirse Belén, brillan en el medio de la oscuridad como dos faroles de una vieja calle de la época colonial, como dos pequeños luceros, como dos fueguitos que caminan directo al apagón inevitable, como un arco iris que se extingue antes de que alguien pueda descubrir el tesoro, como un grito que se iba ahogando en un pozo hondo como el mismo mundo. Sus ojos brillaban sobre todo en sus costados, en los lagrimales y daba la sensación de que en cualquier momento la voz de Martín se cortaba, se cristalizaba en el medio del invierno y se venía abajo, y con él también lo hacía el otoño, el mundo, los libros y esas tardes de torta y mate bien amargo porque si el mate no es amargo entonces no tiene sentido el mate ni la yerba ni la vida ni la tarde. Ella sabía que quizás intentaba un juego o una especulación para ver cómo reaccionaba ella y ver qué le decía.
No era la primera vez, pensó Belén, si esa teoría era la acertada. Lo había hecho más de una vez, la última en el verano cuando entre la arena y el aire más seco que en la pantanosa y húmeda ciudad se le daba por ofenderse por cualquier cosa. Si no le contestaba, él se enojaba, si ella no sonreía, él se enojaba. Siempre era lo mismo, de día y por las noches también. Una frase atrás de otra, y ella solo las escuchaba como quejas y críticas, sus oídos solo podían servir así y ella se decía a sí misma que bueno, que ya está, que no lo escuches, que después se arregla cuando nos besemos y nos deseemos en la cama a la noche, mañana a la mañana todo estará bien como lo estuvo hoy a la mañana y que se joda, que no moleste, que piense en cómo la paso yo y eso y lo otro y aquello.
La madrugada todavía estaba lejos y la bruma golpeaba la piel en las piernas y las manos, temblorosas y pálidas frente a un frío que no parecía real. Cielos, no era real pero estaba ahí en ese momento presente entre los dos.

viernes, 13 de mayo de 2016

Lo que siempre

En una carta.
En una carta dentro de un sobre, con palabras pegajosas, manoseado por el poco tiempo de la rutina que siempre apremia pero nunca entiende. Con Pete Doherty de fondo, con sus gritos, mejor con Dead Kennedys a todo lo que da o quizás ambos en el máximo volumen.
Con una canción escrita en varias tardes de marihuana, en una guitarra con solo cinco cuerdas, con la funda agujereada, si quieres en una zamba de despedida o un baile electrónico de esos que vuelan la cabeza a los pibes de la moda. Puede ser una balada a lo Bryan Adams o una canción más simple como Nito Mestre pero vas a disculpar que sepa tener esa voz.
Con la cabeza en alto y la voz todavía más en alto, con miles de sinfonías en la piel, con esa sensación de querer alcanzar el otro lado del valle, o sino con las pocas ganas de levantarse para abrir la puerta y recibir otra vez una sonrisa al revés.
Puede ser en un cuadro aunque no sea pintor, en un dibujo aunque no dibuje, en un mural gigantesco aunque no pueda contratar un Picasso que lo realice, o puede ser también en un aeroplano escribiendo las letras en el aire como, para mí, en realidad nunca hizo nadie.
O en un rumor que te llegue desde lejos, que apenas te toque, como un susurro que acerca el viento fuerte del sudeste, con la marea, los camalotes y las verdades trágicas.
Podría llegar como llegan las hojas al suelo cuando llega el otoño cuando llega el revolucionado mayo a mostrarnos cada año que lucha y disfrute no van de la mano, que sangre y sudor no se consiguen fácil y que palabras sueltas no son un discurso.
Y sino simplemente podrías sentarte y esperar a que las horas hagan sus cosas y también te presten un rato para comprender, y escuchar, y tragar, y magullar, y vomitar si así lo deseas, o no si no lo deseas, pero si lo deseas que lo hagas y lo vuelvas a escuchar y a escuchar, aunque otra vez sientas asco en el alma y náuseas en la pansa.
Que de alguna manera, por teléfono o por avión, pueda llegar a tus tímpanos lo que siempre quise que mis labios llevaran a los tuyos:
Que te vayas a la puta que te parió

martes, 26 de abril de 2016

Vivan corriendo

Vivan corriendo por el frio de estos días, de este otoño en los días, de este julio que se mete, que se cuela por lo hondo de la piel, que se no achica con la sangre caliente ni con el abrigo del abrazo que para siempre queremos vivir. Vivan corriendo de los días en que el sol no saluda, no aparece en las nubes, no asoma hacia el horizonte, con el norte y el oeste, con la clara de la madrugada, con la nostalgia de la tarde, con la música de los rayos, con la energía de ese amarillo naranja resplandor de nuestra vida.
Vivan corriendo de los días del invierno, de las noches de este frío, del viento que trae la sudestada y el dolor, de la indiferencia de los señores, de la máscaras de los diarios, de la injusticia de la calle y el olvido en las tripas. Vivan corriendo de los acordes de dramatismo, del silencio que arruina, del temor que no se diga, del miedo a que lo digan, del reproche y el rechazo, de la censura y la violencia.
Vivan corriendo de los golpes a la memoria, del frasco vacío, de las ideas manoseadas, de la escuela encarcelada, de la opresión del que domina, del látigo del que castiga, del poder del que controla, de las mentes achicadas y la codicia enlatada. Vivan corriendo del sentir lástima por el tirado pero nunca parar a por él, de la envidia vendida en las imágenes, del consumismo vendido en envase y la tristeza diseñada para necesitar.
Vivan corriendo del poder, del querer, del desear y el necesitar. Vivan corriendo de la ciudad, hacia la naturaleza, hacia el cielo. Vivan corriendo y cantando y saltando y soñando y amando y gritando y abrazando y dibujando y lo que quieran hacia adelante, hacia el otro, hacia febo, hacia el idilio de una ronda compartida.
Vivan corriendo juntando gente, no en bolsas para vender, sino en techos para defender. Vivan corriendo de la pereza y vayan hacia la lucha, hacia la justicia, hacia la paz.

domingo, 10 de abril de 2016

Papel

Un papelito usado, manoseado, tirado a la basura, pisado y vuelvo a usar; un papelito lanzado al aire.
Un papel de esos que se arrugan, que se estrujan, que se hacen un bollo y se tiran a la basura con el poco valor que tiene.
Un papelito roto, agujereado, bastardeado, casi sin colores y oliendo a viejo y rancio.
Un papel que guarda algo de aire y se ahoga en una pena sin alcohol, tiembla en la ausencia, ruge en el olvido,
clama en la indiferencia de los días que eran de ellos.
Un cruel papel que recuerda, que fue colgado en una pared de recuerdos y anécdotas,
que no se puede quitar ni borrar ni tachar ni arrancar ni robar ni reemplazar.
Un papel que cubría, abrazaba, protegía, gustaba, besaba pero no pudo ser lo que debía,
no estuvo a la altura, no pudo estar cerca ni conformar, ni saciar ni liberar.
Un pequeño papelito, casi nada, deshecho, desalineado, desmembrado, despedazado y desplazado.
Un simple papel.

lunes, 28 de marzo de 2016

Me desperté y caí en la cuenta

Hoy me desperté después de una pesadilla horrenda en la que ya no estabas,
en la que partías con el amor de tu vida que una vez más no era yo.
Te sentía deshacerte en mis dedos y en mi retina clavada la despedida del mañana,
mientras el arcoiris de dos colores se inundaba de la miel más amarga y
como pensando que volverías me congelaba en la eternidad como hielo de crudo invierno.
En realidad no eras más que un recuerdo dentro de otro, del cobarde más cobarde
que no pudo despedirse por miedo a no encontrarte y que ya lo hubieses hecho antes.
Pero me encontré lleno de puñales de chocolate en el pecho, estupefacto y con calambres,
quizás de tanto caminar entre nubes de dudas, coloreadas con tus cejas,
perfumantes pinceles que un Dalí te envidió aunque ese lienzo solo sea yo.
No estabas en la noche de ese mar, sin estrellas y con bruma, sin olas ni marea,
con hambre y mucha sal, y yo gritaba en ese sueño aunque mi voz no salía,
no se escuchaba en el infinito, era el mudo de un infierno que nadie veía,
y caí en la cuenta que no era verdad ni real pero deseaba que sí lo fuera,
así por lo menos eras mi brújula, a la nada, pero mi brújula al fin.
Y desperté y abrí los ojos, y bostecé y estiré mis brazos, con el vacío más grande del mundo
a mi derecha y una mueca en mi mejilla por la rutina que no se achica,
y digo: ¡Qué rima de porquería!, no te tengo y me siento copa de cristal cayendo
a toda velocidad por el costado de un acantilado hacia las rocas del fondo.
Quise ahogarme en las sábanas, enredarme con la almohada y encontrarte nuevamente,
pero si pudiera elegir ésta vez serías pura luz, blanca ángel compañía, con tus manos
imperfectas y generosas, compañera luchadora, mil sabores en la boca,
después de cada beso, para sentir que flotaba y volver sonriendo,
mas no se eligen ya los sueños, no juguemos como niños.
No elijo donde encontrarte, quisiera elegir encontrarnos,
el problema es solo mío, no saber reemplazarte, ni siquiera poder tocarte.
Sin embargo me pregunto: Si eligieras esta noche, ¿Soñaría usted conmigo?

martes, 22 de marzo de 2016

La gota en primavera

Una gota en primavera es un susurro,
un susurro bien lejano del verano,
que se nos pasa casi siempre acompañado
de recuerdos que nos dicen qué vendrá.

Una gota en primavera es un tesoro,
sin cofres ni mapas secretos,
que no se esconde en ningún lado,
pero que cuesta ser encontrado.

Una gota en primavera cae sobre la flor,
que se abre hacia el cielo en busca del sol,
no se detiene en su mirar a la nada,
no se cansa en su celeste resplandor.

Una gota en primavera no se aburre,
porque los colores nunca paran,
porque esos ojos no se apagan,
sino que flotan en el jazmín de mi casa.

Una gota en primavera es miel de deseos,
sudor de nostalgia de un viejo frío abrazados,
un renacer que a este vago no lo encuentra,
un infinito horizonte de sabores.

Una gota en primavera no se cura de ansiedad,
de besar todas sus hojas en la piel,
y alcanzar el vientre inolvidable que fue ayer,
y lanzar un grito de bronca y placer.

Una gota en primavera es la noche juntos,
donde volvemos a ser para despedirnos,
sin soñar una mañana al despertar,
un par de cobardes deseando la paz.

Una gota en primavera me sabe a tu perfume,
me despide en tu aroma la ganas de partir,
nos invita a ser sombras en la cama,
como pétalos arrugados de tanto soltar.

Una gota en primavera no se oye igual,
que las nubes de estación al estibar,
los recuerdos del pasado a olvidar,
y los besos que se vienen al galopar.

domingo, 20 de marzo de 2016

Poema del adiós III

Hay una especie de vacío en mi pecho
que cada vez se hace más fuerte,
era al principio bastante doloroso
pero hoy lo siento con más furia.

Porque es un vacío impotente
de esos desgarradores silencios del alma,
que nacen en gritos desde la garganta
y nadie escucha en el aire de la nada.

Es una contradicción atrás de otra,
más o menos lo que hemos sido nosotros,
pero eso no significa que lo olvide
ni muchos que me arrepienta.

Sí que quisiera agarrarte y decirte cosas,
escucharte decir las palabras grises,
las que se escuchan pero vacían el pecho,
ese que tanto me duele y se hace más fuerte.

Pero acá estamos dándonos la espalda,
sin sostenernos, sin despedirnos,
anclados en las palabras que no se dicen
y en las promesas que nunca se cumplen.

No son los sueños los que nos hacen
sino las acciones con las que transformamos,
y nosotros nos morimos en la cobardía
de aceptar ser la nada misma.

Tampoco la música que tocamos juntos
que ya no suena a nada interesante,
es un violín desafinado, un piano roto
o una guitarra con sólo una cuerda.

No puedo llenar el vacío con alcohol
o con alguna otra mujer que pueda conocer,
no puedo llenar el vacío de tu ser
y no creo que quiera poder.

Hay una especie vacío en mi pecho
o quizás sea otra cosa diferente,
quizás sea que está más cansado que nunca,
o tal vez es algo a punto de explotar.

Hay una especie de vacío en mi pecho,
una especie de ausencia que tampoco es tal,
un arrebato de melancolía o en realidad
la melancolía de nunca haber sido tuyo.

Poema del adiós II

Creo que hay una china de ojos marrones
metida en el fondo de mi corazón.
Tira, empuja, arruga y estruje,
se mueve en cada pensamiento y sensación.
Es una china hermosa, repleta de emociones,
con sueños y deseos, con su orgullo en el cabello.

Una china en el alma, primavera y verano,
aparece en cada sueño de algodón.
Y en un colchón de hierba se me escapa,
o ¿soy yo que le suelto la mano?

Es un torbellino de placeres
un huracán sin contención
Una embestida en el pecho
una energía sin barreras,
que quiere ser libre y volar
aunque mis alas no ha de tomar.

Hay una china metida en mis ojos,
cada vez más chiquita en ellos.
Hacia el infinito todo es más hermoso
y ¿cómo podría no perdonar?

Hay una china de ojos marrones metida en mis entrañas,
llena de promesas que alguien querrá escuchar,
con voz de arcoiris y la brisa al andar,
imposible no mirarla, querer sentir su piel.
Esa caricia que en el Olimpo pensaron
y que luego envidiaron a la humanidad.

Ay china de mi alma,
en cualquier momento ya te vas,
y con mis gritos te quiero alcanzar,
¿O ya no puedo siquiera llorar?

domingo, 13 de marzo de 2016

Preguntas

¿Cómo puedo hacer para sacarte de cada instante de mis pensamientos?
¿Cómo puedo hacer para borrar tu sonrisa, tu pelo, tus cosquillas y tus humores?
¿Cómo se hace para arrancarte de raíz desde el fondo del ser?
¿Cómo hago para no pensarte ni extrañarte?
¿Cómo pienso en el sol de madrugada sin tu caricia de medianoche?
¿Cómo disipo tus recuerdos como burbujas en el viento?
¿Cómo olvido aquella tarde?
¿Cómo me paro en el medio de la nada a gritar sin que escuches?
¿Cómo vivo en silencio sin tu voz, dulce aroma de playa?
¿Cómo te construyo en este mundo mas mierda que nunca?
¿Cómo te imagino caminando con esas zapatillas desgastadas?
¿Cómo disimulo mis canciones?
¿Cómo escribo una carta de despedida a alguien que nunca fue?
¿Cómo cierro un capítulo que nunca se escribió?
¿Cómo pinto esos colores?
¿Cómo se puede ser lo que no se puede ser?

sábado, 27 de febrero de 2016

Poema del adiós I

Chau y que seas muy feliz,
buena vida para la próxima también
y buenos días para el amor de tu vida.

Adiós y que el camino sea mejor,
que el viento sople fuerte en tu rostro
y que nunca más huelas a despedida.

Buena suerte en la noche de mañana,
en la previa, la cena y el amor,
y en el cigarrillo entre sudor del después.

Hasta luego en palabras mojadas,
llenas de alcohol y vergüenza,
que tiemblan en cada acorde de la piel.

Hasta pronto en cada instante,
como si el todo fuese un segundo,
como si la nada nunca llegase.

Adiós en ese vacío profundo,
oscuro, asqueroso y misterioso,
doloroso, escatológico, desastroso.

Adiós, siempre es adiós,
hoy y mañana también,
por eso no somos dos.

Hasta siempre corazón,
lleno de esplendor, triste pasión,
lleno de ganas de decir adiós.

jueves, 25 de febrero de 2016

Estaba pensando nena en que podrías llamarme de una vez y decirme todo junto y como si nada volver a decirme todo lo bueno y lo tierno y lo que no se decía. Y mirarme a los ojos y entendernos todo también a la vez porque dicen que así son estas cosas aunque ambos sabemos que también pasan otras cosas, y caricias y besos y ternuras.
Estaba pensando, nena, que podrías volver a pedirme que te abrace y nos durmamos en los brazos del otro como deseando que el tiempo se frenara en ese instante. ¿Acaso llegamos a pensar siquiera que eso es posible? Como un dios de la nada que cumple el todo, como una sensación de querer detener el tenebroso destino de ser débiles frente al tiempo o como si no fuese más interesante y divertido pasar las horas juntos. Pero en el complemento del otro también se encuentra la estupidez y dios nena, ¿por qué no me estás llamando ya?
Imagino ese camino juntos lleno de tantas cosas que no puedo expresarlas porque así era y es el mundo con vos, lleno de sensaciones y canciones, y temblores, dolores, un par de golpes, comidas y alcohol. Mucho rock and roll y esa sonrisa que es un blues. Como un gol de Maradona, un habano de Fidel o varias líneas de Cortázar. O todo junto o mucho más.
Y entonces nena no entiendo que no me llames, que no me busques, que no me grites desde lejos, que no me desees, me pidas, me seduzcas, me grites y me perdones. Que nos bebamos todo el whiskey del mundo y fumemos juntos, que lleguemos a una isla desconocida y escribamos un libro en tinta china. Que hagamos una balada en la guitarra y tomemos unos mates en silencio, que nos digamos todo sin decir nada y que sigamos pidiendo juntos.
Cuando llegue ese llamado tuyo aquí voy a estar, para flotar en el agua de una correntada turbulenta de un río en crecida, para ondear en el viento que llega antes de una tormenta de verano. Cuando llegues vos a mí y finalmente sea lo que sea, te amo.