sábado, 27 de mayo de 2017

Graffiti XIV

En el partido de San Fernando hay una línea de colectivo local. Es de esas que solo transitan las calles de una ciudad, con choferes que saludan a todo el mundo y que a veces dejan a los pasajeros en la esquina que lo soliciten. Algunas mañanas el ritmo del 710 es lento, vago, como si invitara a disfrutar de los adoquines de la calle Belgrano en un viaje a la nostalgia y al barrio. 
Yo viajaba en uno esa mañana de julio. Iba sentado en los asientos del fondo, pensando en la nada prestando atención a todo. Incluso a lo que nunca prestaba. En una casa abandonada, que alguna vez lució frente blanco y ventanas con rejas azules, las letras decían:
Despiértenme cuando el invierno se calle la boca. 

miércoles, 24 de mayo de 2017

El día de la Marmota I

Estos días en donde todo el mundo come palta y sube fotos a instagram, donde parece que la cerveza artesanal se consume como nunca y las zapatillas que antes eran las más raras hoy son el último grito de la moda, pienso en escribir una de las frases más bonitas que pueda escribir. Pero pienso que más fácil sería subir a la nube una de Mario Benedetti o Eduardo Galeano, que hoy se cruzan con letras de Bucay, Rolón y canciones de las pastillas del abuelo. 
Son estos días donde todo parece que es lo mismo a todo. Las caras se multiplican como sin rostro en las calles, inundadas por la lluvia y el otoño, escala de grises moviéndose por las veredas. Suena la misma música hace años y cuando vuelve una vieja banda de rock se ponen de la cabeza por esos temas que no escuchan nunca en sus casas. 
Son esos días que la poesía no tiene sentido, que las artes se ausentan del show de la televisión y los moralistas abundan por doquier pensando en qué andará haciendo tal o tal. Días que dan ganas de cargar la mochila y viajar por los continentes aunque todos hagan lo mismo. 
Se repiten los días y se caen las semanas. Los meses pasan en cámara lenta. Y acá estamos, viviendo el día de la marmota sin darnos cuenta. 

martes, 16 de mayo de 2017

Florece un despertar en pleno otoño,
parece una ironía del universo,
lleno de hojas secas y hierba quemada,
el día se despide de la noche,
y miro para el frente buscando el destino
que se alza tras la montaña llamada mañana.
El viento sopla con certeza,
hace crujir algunas ramas
y clama en la tarde naranja
¿por qué se te ocurre volver a buscarme?

sábado, 6 de mayo de 2017

Yo I

Llegué al mundo una tarde de jueves. Era 1989, el mundo todavía hablaba de cortina de hierro y se moría la década con la música y cultura más referenciada de todos los tiempos. Quizás por eso mi generación se sintió la última especial. 
Nací en mayo, el día cuatro. Años más tarde descubriría que ese día se dedica a Star Wars, cabecera de una lista especial con las películas más amadas y vistas en todos estos años. ¿Casualidad? Seguramente. Pero no dejo de mencionarlo nunca. También es una haber nacido en mayo, como el de 1810 o como el francés. Mayo es mes de otoño, de hojas que se caen, de colores opacos, de cierta melancolía que flota en el aire. Podría ser una descripción mía sin dudas. Pero no toda melancolía es tristeza. También la hay con una sonrisa, con la satisfacción de haber vivido algo. ¿Será por eso que tiendo a escribirlo todo?
Para los creyentes en horóscopos mi personalidad va de la mano con la de los Tauro, el toro que según la mitología griega no era más que Zeus intentando seducir a la princesa Europa y que da nombre a la constelación.  A mí mucho no me importa. Me han dicho obstinado y cabeza dura. Yo prefiero llamarme Bielsista: Muero siempre en la mía. Para un amigo amante de la astronomía el sol ahora brilla un poco después en esta constelación por lo que no debería ser de este signo. Sea como sea, creyente o no, en la constelación de los tercos brilla una de las estrellas más espectaculares del firmamento: Aldebarán. Algo debe significar. 
Mayo también ha sido el recuerdo siempre de la infancia. Y claro, infancia es patria. Ahí, como aguas danzantes, está la bicicleta de chico, el ovejero alemán llamado Duque y la imagen de mi abuelo leyendo el diario mientras nosotros jugábamos por ahí, en el viejo patio inventando aventuras cruciales y fugaces. Hoy esa danza de aguas, la patria, es el empedrado de mi barrio, los debates en mi casa, los mates bien amargos y las milanesas de mi madre.