miércoles, 30 de marzo de 2011

Hasta que una tarde, Melina Pilner apareció por el pueblo caminando sin problemas, y con cierta sonrisa en la cara. Algo tan extraño que todos los habitantes salieron a verlo con sus propios, incrédulos, sorprendidos e incluso aterrados.
La Pilner, caminó, y en la almacén local hizo algunas compras, charlando y comentando cosas con los vendedores que casi no sabían que responder. Muchos, por primera vez, conocían su voz, suave, erotizante, hermosa. Otros, casi que se la habían olvidado, pero lo poco que recordaban era bien distinto. Era otra vos, otra mirada, otro semblante, otra sonrisa, otra persona. Incluso otra ropa, iba vestida con un vestido de flores, insinuando bastante, definitivamente era otra persona, otra mujer que caminaba por esas calles por primera vez.
Las viejas de la estación, igualmente la miraron de reojo, como siempre hacían con todo el mundo o con los turistas o con los nenes. Las personas no salieron de su asombro en varios días y todos preguntaron lo mismo:
"¿Qué pensará Aragón?"
Un par de días después, Melina Pilner había caminado todas las calles, recorrido todos los negocios y hablado con todas las personas. Como si hubiese vuelto a nacer, la Pilner enamoraba mucho más que antes, e incluso algún rumor dijo que se había acostado con un joven, apenas salido del colegio, alguien que pocos decían conocer.
Ahora sí, se sentía con fuerza: Melina Pilner también engañaba a su marido. Lo decían las viejas, los viejos, los buenos, los malos, los chicos, las maestras, el cura y los locos. Aragón estaba de viaje y al regresar, no se le notaba nada extraño. Sólo por el hecho que varias personas juraban verlos algunas tardes, al regresar de su trabajo, asomado por las ventanas, como esperando a alguien o algo. Como si estuviese en una larga vigilia, a la espera de vaya a saber qué cosa.
Y alguno decía, que incluso, Aragón y aquel misterioso joven que se había encamado a la Pilner, se habían cruzado alguna vez. Los testigos de aquel estupendo encuentro juraban que hubo miradas, cruces, algún insulto.
"Le pegó, le pegó"-Gritó un nene por una calle de barro.

La noche en la que Melina Pilner iba a asesinar a su marido, la mujeres y los hombres habían hablado escandalosamente durante toda la tarde sobre un episodio. La Pilner había salido a los gritos de su casa, de donde escapan los gritos de Aragón. ¿Qué gritaban? Ningún rumor lo pudo aclarar, pero alguno dijo que se la vio saliendo con un bolso y con varias lágrimas recorriendo su cara.
Anduvo sola caminando por las calles, sin compañía y con cara de volver a ser ésa que siempre había sido. Nadie pudo hablar con ella, nadie supo realmente por dónde anduvo, hasta que pasada la hora de la merienda, Melina Pilner volvió a su casa.
Sólo se supo, tiempo después, que al llegar, se dirigió a su cuarto, allí estuvo un par de horas, hasta que tomó un cuchillo y atacó por detrás a su marido. Más de veinte puñaladas, dijeron. Llegaron a las treinta, dijeron también. También dijeron que con apenas una en el cuello había alcanzado.
Tiempo después, también se supo, que Melina Pilner, luego de asesinar a su marido, se tiró del balcón de su lujosa mansión donde murió al instante. También se comentó, tiempo después, que antes de arrojarse, se cortó las muñecas para desangrarse.
Nadie supo qué paso realmente, nadie supo por qué realmente. Nadie quiso saber o a nadie le interesó saber. Nadie supo nunca tampoco, cómo era Melina Pilner con su marido Américo Aragón, cómo la trataba él, si realmente se engañaban. Nadie supo tampoco nada de ellos en quince años. Nadie supo, porque nadie quiso saber, porque nadie lo intentó, porque así son los rumores, y así son las personas cuando sólo saben rumores.

Con el correr de los años, los rumores de problemas maritales en la casa de Melina Pilner se agrandaron. Incluso las mujeres de la provincia comenzaron a defenderla o a pensar que era una víctima. Fue una corriente corta pero durante un tiempo existió una tendencia a acercarse a ella, pensando que podían ayudarla, contenerla, buscar que escape de su supuesta prisión que le imponía su marido Aragón.
También crecieron los rumores sobre las nuevas amantes que tenía Don Américo. Cada vez más, y cada vez más jóvenes. Alguna que otra chica, recién salida del colegio (O aún en él) se acercaba para seducirlo. Y decían todos que lo lograban, cada vez más abierto y sin ningún tipo de cuidado.
Por eso la gente comenzó a decir:
-Tiene muchas amantes, ella ya lo sabe-
-Se va un día y vuelve varias jornadas después, no puede creer en él-
Las mujeres intentaron acercarse a la Pilner, para ayudarla, para conocerla. Pero en todo grupo de mujeres, amigas, compañeras de trabajo, etc, había alguna que se había encamado con él. Ya ni se dudaba, Aragón era infiel y con ganas.
En los últimos tiempos, pocas veces se lo veía por aquellos pagos al marido de Doña Melina, la mujer más misteriosa y excitantes de aquellas épocas. Incluso a ella se la veía poco o nada, y siempre con la misma mirada triste y seductora a la vez. Fueron los meses en los que incluso, las viejas, las arpías, las alumnas del colegio, los novios de éstas, se olvidaron de Melina Pilner y de su marido y de todo ese extraño misterio que los rodeaba.

martes, 29 de marzo de 2011

Un par de años antes, el país había escuchado los gritos de Melina Pilner. Como muchos vecinos solían decir: "Ahí descubrimos que tenía sangre"
Nadie podía decir exactamente qué gritaba; para algunos vociferaba insultos, para otros se defendía de su marido, para otros sólo estaba poseída por el mismo diablo. Los gritos llenaros los oídos de muchas personas que por primera vez conocían su voz y se aterraban pensando en algo malo. La policía tuvo que acudir al lugar, y el comisario fue cuestionado miles de veces para que contara que había ocurrido. Sin embargo, el tipo, recto y firme como la misma ley, había sentenciado: "Sólo me dijo la señora que había tenido una discusión con su marido, pero nada más"
Claramente, esta respuesta no convenció a nadie, y las doñas (Que sólo son doñas para hacerse respetar) exclamaban por todos lados: "¿Por qué se habrán peleado? Seguro ella se entero que la engaña"
Y las personas buscaron otra vez a María Viviana Pratto, pero la señorita (Así le decían sus alumnos) contestaba con pocas palabras: "Aragón es raro, muy raro".
Las otras prostitutas del pueblo, además de las cuarentonas solteras y algunas viudas, coqueteaban siempre con él y, como se sabía, varias se habían amado con él, pero ninguna conocía muchas palabras de su boca. Buscaba solo amantes, sexo, y poco más. No buscaba amigos, ni agradarle a nadie, ni siquiera a su mujer. Pero su mujer sí parecía que le agradaba, o por lo menos eso pensaban todos.
-"Salvo que la faje, que la tenga como una esclava"- Por fin alguien se animaba a decir lo que muchos pensaban, pero nadie podía pensar eso.
Sergio Hofmann, uno de los personajes más raros de aquellos tiempos, hizo su investigación propia del tema y no dudó:
-"No recibe golpes doña Melina Pilner, no tiene moretones, no parece llorar en público, y después de quince años de matrimonio, ya se hubiese separado"
Pero la realidad, como siempre sucede en estos casos, es que nadie creyó en el raro Hofmann.
Pero sin embargo, Melina Pilner era una mujer que despertaba pasiones y deseos muy pero muy fuertes. Y no solamente en los jóvenes. Los hombres moría por ella, a pesar de que sus esposas la miraban de reojo. En tierras lejanas se oía hablar de ella. ¿Qué tenía Melina Pilner?
Quizás su manera de hablar, tranquila, como si sobrara la situación, quizás el misterio que la envolvía. Algunos decían por ahí que era vírgen, por deseo o por intuición. Pero lo cierto es que nadie sabia nada más allá de los rumores.
Otro rumor alguna vez había dicho que Melina Pilner estaba enferma, que no le quedaba poco y que por eso había intentado asegurar sus pocos meses de vida que le quedaban, casándose con un hombre que lo tenía todo. Luego esa enfermedad se había curado (O nunca había existido) y de repente el pobre Aragón tenía una mujer en su casa que le había mentido.
-Pero no-decían las viejas del lugar- él estaba enamorado, él está enamorado.
Quizás ahí vivía el mayor de los misterios, ¿Cómo podían vivir juntos?
El problema-decía alguien- es que preguntan por el lado equivocado, ella es hermosa pero nadie la conoce. Él es un bastardo pero muchas lo conocen. Hay que averiguar por ahí.
Y si bien muchas mujeres habían asegurado pasar una noche con don Américo Aragón, ninguna parecía sonar creíble. Ninguna hasta que apareció María Viviana Pratto. Ella, maestra del colegio pero con aires de prostituta, sí parecía conocerlo y sí parecía haber vivido con él...Por lo menos por una noche.
Pratto siempre exclamó lo mismo: "Tiene eso que enamora a las mujeres pero que también hace que luego lo odien"
Pocos entendieron a que se refería realmente, de hecho, casi nadie. Muchos creyeron creer, pero solo divagaron su mente.
Con el correr del tiempo, la misma María Viviana Pratto comenzó a ser objeto de misterio y cierto mito corrió con ella. Es que era la unica que lo conocía, la única que no solo se había dejado llevar por la excitación que un hombre como Aragón podía despertar, sino que además, en algún punto, lo había querido. Y es que, como siempre se decía, Aragón podía ser el hombre más bello del mundo pero también el rey del infierno. ¿Por qué? Nadie podía dar una respuesta firme y segura.

lunes, 28 de marzo de 2011

La noche en la que Melina Pilner iba a asesinar a su marido, la luna tenía un tamaño gigantesco, descomunal; algún fenómeno extraño o algo así. Las estrellas anunciaban lo que era inevitable, aunque seguramente ya lo habían anticipado años antes para algún astrólogo. Pero no hacía falta ser ni astrólogo o adivino para saber que Melina Pilner algún día asesinaría a su marido.
La oscuridad, la avaricia, la codicia y las mujeres alimentaban el ego de Don Américo Aragón, hombre rico de la ciudad, pero para nada querido. ¿Cómo Melina Pilner se había enamorado de aquel hombre? ¿Se había enamorado?
-Quiere su dinero, es obvio- decía las arpías del barrio.
Esa podía ser la respuesta obvia, pero habían pasado 15 años de su boda y sin embargo nada. Incluso a Melina Pilner no se le conocía ningún amante. En una ocasión los jóvenes del vecindario habían hecho sus apuestas para ver si alguno de ellos se la podía llevar a la cama de algún hotel. Fueron de a uno intentando motivar a aquella señora de envidiada figura pero de mirada caída. Ninguno pudo, todos volvieron vacíos de orgullo y la señora Melina Pilner comenzó a ser un mito incluso en los jóvenes de aquella provincia.
Un par de años después de la boda, aquella boda que conmovió a todos, Melina Pilner quiso embarazarse, o por lo menos eso dijeron las mujeres. Decían-los rumores que por algo son rumores- que ella se lo pidió a su marido pero Aragón, firme y machista como él solo, no quiso. O quiso pero no con ella. O quiso pero no podía. O quizás él se lo pidió a ella pero fue la Pilner la que no quiso.
- Lo que pasa es que nada sale de esa casa, el ama de llaves es muda, nadie sabe nada- Decían algunos por ahí. Todo el partido quería saber sobre Melina Pilner pero nadie sabía nada, era tan excitante como el fruto prohibido pero tan desconocida como las profundidades del océano.
Su marido, pocos sabían a que se de dedicaba, ninguno coincidía.
- Debe ser un tipo importante de alguna empresa importante- Éste era el comentario de varios.
- Debe tener mucho dinero guardado, de alguna herencia o algo así- Eso decían otros
-Debe ser terrateniente- Pocos afirmaban eso
- Es mafioso, seguro- Algún loco lo aseguró.
Pero nadie sabía nada, nada sobre ellos, sólo que aquel Américo Aragón era un tipo asqueroso y que Melina Pilner era bella como la venus.

jueves, 3 de marzo de 2011

¿Y qué es aquel hombre sin compañera que lo acompañé?
¿Qué será del hombre cuando las caricias falten?
¿Qué será de todos los hombres cuando no haya a quien besar?
¿Qué será del mundo cuando la suavidad de su compañía falte?
¿Qué será del mundo cuando no caminen por aquí?
¿Y que será de la vida cuando Eva no cante en la naturaleza de mi Edén?

¿Qué será de mi amor sin ella mi mujer?