jueves, 18 de enero de 2018

Vino

El cantor se sentó y bebió un sorbo. Pensó en Dionisio y le agradeció. En las manos y en los pies de los artesanos de la vid, los artífices del deseo más infinito en boca de una compañera. La deseó como no había deseado a nadie. La amó. Y bebió. Y cantó.
Y pensó en la buena cepa de una buena guitarra, de un buen compás bailando con su piel arrugada por el sol y la calle. Los pueblos y sus dolores, los callados y las oprimidas. Pensó en el camino, en la fiesta y en la noble bebida. Persépolis está cerca, la sangre de Cristo.
Y lo entendió.
Tantas veces había escuchado pero no había entendido. El arte y el trabajo, la dignidad y la esperanza. La lucha y la familia: Si el vino viene, viene la vida.