Una vez más, como todos los años, partí rumbo hacia Luján en la peregrinación anual. Esta vez partí desde Moreno, o sea la mitad del recorrido. Partí a eso de las 16 hs y llegué poco despues de las 22.
Para mi fue un muy buen ritmo, acompañado por mi novia y mi mejor amiga; la verdad solo faltaba mi mama para decir que iba con las mujeres de mi vida. Obviamente, durante las primeras horas, el calor y sol jugaron un gran papel, sin embargo no bajamos el ritmo. Por eso cerca de las 18 hs anduvimos por General Rodríguez, donde estaba el apoyo de la parroquia. Allí tomamos algo, enlongamos y nos fuimos (No queríamos deternos mucho, por eso todavía no había llegado toda la gente y ya nos estabamos poniendo en camino de vuelta). La segunda parte del camino es un poco más pesado, creo que obviamente lo sicológico influye y mucho. Para todos los que hayan ido a Luján sabrán de qué les hablo, la peor parte, a mi entender, es entre los dos puentes. Es increíble, pero la caminata entera bajonea mal. No se porqué, pero ya no vas cantando o hablando como antes, al contrario, empezás a bajar la cabeza y comienzan típicas preguntas como: ¿Por qué estoy acá?, ¿Por qué carajo creo?, etc...
Sin embargo es ahí donde el gran poder de la fé se pone en manifesto, el hecho de peregrinar, de estar en camino, de saber ir al encuentro de María. Es imposible que en algún momento no se te cruce alguna imagen de tu mamá. Por eso también, cuando a lo lejos comenzás a ver la basílica, hacés un esfuerzo para contener las lágrimas, y muchas veces ese esfuerzo es en vano. Porque la verdad que el hecho de caminar, de peregrinar (No importa cual sea tu creencia) es una metáfora del arte de vivir. Es la vida misma, caminando de día, de noche, con ampollas, con dolores, con lágrimas, riendo, cantando; parando a descansar, parando a ayudar a alguien, acelerando, franando, respirando.
Luján, peregrinar, es eso para mí. El camino de la vida, motivado por la fé, hacia el encuentro con Dios. En este caso además, el encuentro con María, con la madre. Es sufrir y disfrutar al mismo tiempo el camino, camino ya transitado por otros antes, y camino que luego transitarán otros. Es caminar bajo el sol y el calor, y luego caminar bajo la estrellas, mostrando toda su inmensidad. Es caminar con dolores, y con olor a choripan mezclado con mate cocido.
Hermosa experiencia de fé, aunque todavía me duelan un poco los pies, todos los años la seguiré experimentando.
Para todos los que quieran, busquen la cancion "María de la Alianza", me hace acordar a muchas experiencias.
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