Él le dijo que no podía arriesgar,
ella solo quería tejer y pintar.
¿Para qué vamos a hablar si sabemos
que nos volveremos a encontrar?
Ella lloraba siempre a la noche,
él pensaba en ponerse a escribir,
quizás una duda a la luna:
¿Se puede acompañar si se quiere sanar?
Y ellos estaban otra vez ahí,
en la niebla de los besos que amagaban,
callados en sus ojos y en su alma
diciendo qué otra cosa podemos hacer mañana.
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