lunes, 9 de enero de 2017

8 de enero

Eran dos almas que erraban por la vida cuando se encontraron aquella vez. Después lo seguirían siendo. El ocho de enero golpeaba en el sol de una tarde sin nubes. Él la miraba con sus ojos y con su piel. Ella sentía esa mirada en el cabello y en las jóvenes y temblantes piernas. Se apoyaron sobre las sábanas perdidos en el espacio entre sus miradas, vergonzosos, silenciosos, hambrientos de caricias. Él sentía su aliento en la frente, lo deseaba. Tenía la obligación de decir algo o de hacer algo, dar un paso, acercarse, caminar hacia su ombligo, fotografiar esa cara sonrojada. No podía hacer nada. Era Fantasy frente a él.
Y ella...ella solo lo miraba, lo observaba, lo esperaba. No podía hacer nada con sus años ni con su falta de cariño. ¿Duraría un instante? ¿Sería en el futuro un recuerdo con sabor a mate recién hecho? Se decía a sí misma que no debía pensar en esas cosas. Pero algo tenía que hacer porque su cuerpo no se movía. 
Los minutos se pasaban en la humedad del ambiente. Podía irse la oportunidad pensaba él, O podía irse ella que era peor. O podían irse ambos y perder los días venideros. Quería apretarla y besarla. Quería tomarle las manos que las adivinaba frías como el ártico. La poesía estaba en el aire pero él apenas la notaba. Ella buscaba el sentido de esa escena metáfora. 
Y mientras se miraban, se callaban, se desnudaban los ojos. 
Se acercaban lentamente. Había llegado el momento de cortar con tanto suspiro.
- ¿Querés?- amagó él. Pero no tenía que ser así.
- ¿Puedo besarte?
Ella quería ayudarlo pero comprendía. Lo admiraba. Lo entendía. 
- Quiero- Era la única palabra que podía salir de boca de ella. 

Comenzaron a amarse un buen rato después de eso. Lo que sucediera aparte sería anecdótico.

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