Es uno de los últimos días de enero. La noche encierra las maravillas de la música entre amigos y esas charlas que parecen perderse en risas y abrazos. Es un instante de perfección. Poesía, diría él. El asado que no fue y la jarra de fernet.
Pero alguien nombra al Flaco y la nebulosa se para frente a mí. Siguen hablando entre ellos pero no escucho. Estoy pero no estoy. Mi mente viaja unos años al pasado. Viaja como viajan las almas que sienten nostalgia casi las 24 horas del día. Viajan como lo hacen los enamorados, los poetas y los amantes del buen vino.
Es 8 de febrero de 2012. Las personas caminan de un lado a otro en la terminar de Miramar. La playa no se ve pero se huele. Hay un café en las manos que todavía no inicio. Ella me habla de Mar del Plata y alguna cuestión así. Quizás después me arrepiente de no escucharla pero la mirada solo puede estar en la televisión. Un periodista habla sobre una placa roja y dice, informa, que se murió Spinetta. Unos días antes se había hablado sobre su estado de salud. Ahora lo recuerdan músicos y conocidos. O eso parece porque la televisión está en silencio y no hay chance alguna que consiga quién pueda subir el volumen. Pienso, al mismo tiempo, que de nada importaría.
Murió rodeado de sus familiares. Tuvo una obra inmensa. Lo recuerdan colegas de todo el país. Tocó con tal y con tal.
Todas frases que ya imagino y deduzco. Obvias pero no menos ciertas. Si me dijeran que en ese momento flotaba quizás lo creía. Como por arte de magia varias canciones se me vienen a la mente. Dicen que ese es el mejor recuerdo que un músico puede dejar: Su obra en la gente.
Es una mezcla de cierta lágrima que no quiere salir y un poco de mal humor. El sol ya no me parece tan bello como un rato antes.
Ella me sigue hablando, ahora más pausada. Se da cuenta. Sabe que en algo me, nos, afecta. Su caricia me parece perfecta. No tiene que haber nada más. No tiene que existir otra cosa. Pienso que debería aprender a volar. Es un momento crucial y al mismo tiempo pasajero.
Solo es eso.
Un momento.
Pero sin embargo me duele.
Pienso y reflexiono. Lo digo en voz alta.
En realidad somos un momento.
Y somos lo que dejamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Acompaña mi camino