Cuando se fueron todos me llené de odio,
de una bronca inigualable que vomitaba palabras
y drogas y dolor y lágrimas y pudor.
Se fueron yendo de a poco,
todas las espaldas las vi desfilar
y me convertí en un manojo de resentimiento.
Abracé la soledad
y dejé de creer,
en la justicia,
en la paz,
en la igualdad,
en la ternura revolucionaria
y en los consejos de mi madre.
Se fueron y me fueron,
entonces me fui y no lloré,
me fui
y volví,
volví otra vez
y partí
sin rumbo ni destino
sin conciencia,
a la mente y los sueños
a mi mismo otra vez.
No había nadie
y llegué yo,
me saludé,
me perdoné,
me abracé,
evolucioné.
Y nací.
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