A veces pienso que debería partir hacia el árbol más lejano de la tierra. En alguna pradera vírgen, si todavía existen. Donde el viento no trae sonidos y el eco en la mente es un cruel compañero de la soledad.
Allí, en la corteza de éste árbol que imagino grande, de antaño y sabio, escribiría:
"Tengo que agradecerte porque mis mejores palabras salen en estos tiempos"
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