Fue una iglesia hace cuatro décadas,
un Judas de los setenta,
unas madres de dolor
y la noche más oscura en la ciudad más oscura.
Mártires que quisieron olvidar,
rostros que intentaron borrar,
uniformes y un ángel negro
apagándose con ellos el silencio.
Y fue luego lucha, pañuelo y rebeldía
para con aquellos que no debían olvidar,
30 mil y cuántas veces más,
como en la Santa Cruz, un fuego de nunca acabar.
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