I
Apareciste una mañana con un mate en la mano,
una sonrisa pecaminosa y las manos temblorosas.
Eras un remolino en el mar,
un sin sentido apabullante dentro de ese mar.
Dijiste hola y me diste una guitarra,
no sabías ni un acorde pero sabías mirarme.
Tenías la cara llena de sol,
perseguías mariposas y sueños en el aire.
Eras la armonía de una melodía,
la canción de los reinos más lejanos.
Las palabras casi siempre nos sobraban,
el sudor de las pieles nos sobaban,
el sexo nos hacía animales,
y tu vientre así me descansaba.
Fue una tarde que siempre recuerdo,
los besos ya no eran merienda,
mas las lágrimas besaban mejillas,
y tu boca decía eres el amor de mi vida.
Miraban los grillos tu cabello,
pensaban los árboles tu instinto,
yo buscaba adivinarte en la mirada,
tu te callabas los labios y la cara.
II
Deseabas un juego perverso,
de títeres y toda mi devoción.
Andabas arrojando flores,
¿¡Cómo no imaginarte así radiante!?
Ya no podíamos juntar las manos,
el espacio en la mirada lo decía todo.
En las estrellas yo sospechaba,
amor ni siquiera escuchabas.
Contemplaba tu felicidad,
soñaba volar allí contigo.
Creía ver dos amigos en la charla,
bailaban dos desconocidos en la nada.
Espalda con espalda, ya pensaba,
es cierto nunca hubo nada.
Y dejé de pensar en la justicia,
como en esa hermosa compañía.
III
Dejaste de golpear la puerta,
pero tus golpes siguieron en la frente.
Dedos de algodón, corazón de pompón,
piel de gamuza, fiera de cerveza.
Un vacío en el granizo se hizo pecho,
se sintió en el codo del desamparo.
Tú no brindas esperanza, amada mía,
tú no cierras la puerta, querida.
Voluntad al costado del camino,
tempestad en cada grito al destino.
Tu manipulación y mi inocencia,
tu justificación y mi venganza.
IV
Vida mía, ¿Dónde estabas esta noche?,
se escapaban los gorriones en medianoche.
La luna sonreía y nos brillaba,
se regocijaba, se burlaba, se despabilaba.
Hasta los amigos hoy parecen traidores,
hasta eso te has llevado a la neblina.
Mañana lunes voy a escribirte otra vez,
versos tristes sin objetivo ni lector.
Yo juraba en tu sonrisa, creía en tu mejilla,
confiaba en tu lectura silenciosa.
Pero hoy no te imagino en esa silla
sentada pensando y mirando hacia la vida.
Te imagino con sus dedos en tu rostro,
secando una falsa lágrima de compasión.
Con su pecho justificado en tu alma,
con su cuerpo atornillado a tu seno.
Tu risa también la imagino,
cruel manifiesto de la belleza,
tormento en el eco de la noche,
mentirosa sensación de escucharte .
De sentirte respirar en la almohada,
de oir tus susurros caminar,
de volver a esperanzarme como un niño,
que vienes a matear otra vez.
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